30.5.05

Maldades caprichosas

Cuando era chica fui más inocente que una blanca paloma. Bueno, era una niña y los niños son inocentes. Era de las que a las 8 de la noche ya estaba acostada, después de ver al Angelito del 13 dar las buenas noches. Fui de las que tuvieron una infancia feliz, con las canciones de los Bochincheros, cumpleaños, primos y amigos. Todo color de rosa. Un mundo de Bilz y Pap.
La rebeldía me llegó a los 15 años, donde quería a toda costa escapar de la burbuja en la que me habían criado. El mundo se me reveló de golpe y hasta hoy mantengo mi lado rebelde. Rebelde y original, a mucha honra. Y creo que las XX (nosotras) nos hemos olvidado de la rebeldía en nuestras vidas. Pasamos los 20 años y estamos convencidas que tenemos que ser "señoritas de bien" cuando se puede serlo perfectamente manteniendo un lado oscuro a resguardo. La idea es que la rebeldía no se note mucho, pero tampoco perderla. Es fundamental saber esconderse, no revelar ciertas verdades y tener una imagen ejemplar. Eso lo he hecho hasta hoy y me ha dado buenos resultados. Nunca me han pillado en mis maldades. Alguien me dijo alguna vez que habían dos Andreas: la que estaba en la casa, y la que salía de ella.
Hay varias personas que me conocen de esa forma y hay un XY que me incita a hacer maldades que son realmente placenteras, o sea, que quieren que les diga, la mejor manzana es la que se come a escondidas. Es como cuando tienes sed y no hay más que agua, pero sabes que la Coca Cola se oculta en el último cajón del mueble, el que está más alto y el que tiene llave. Una vez que consigues la llave y el piso que te permite subir está todo dicho. Podrás calmar la sed de una manera no convencional.
Creo que mi rebeldía es lo que me permite sentirme viva. Si no fuera rebelde, hasta puede que me haya casado y esté con hijos, pero no. Aún no me ha llegado el momento. Obvio que lo quiero y estoy confiada en que llegará en el momento. Pero estoy hablando de otra cosa.
Hoy hice una maldad macabramente deliciosa y contrario a lo que se pudiera pensar no es algo muy santo que digamos. Es un secreto. En todo caso no tengo sentimientos de culpa. Duró poco, pero lo suficiente para lograr lo que quería. Esa maldad se mandará por mano y llegará a otra persona. Y ojo, que no es algo que produce daño, más bien todo lo contrario. Estoy orgullosa de esa maldad porque sé que nadie lo hace, o si lo hacen algunas XX son muy piolas, igual que yo. Es algo un tanto gratificante...sólo espero que haya salido bien y que el destinatario que he dado lo reciba gustosamente. Con eso soy feliz...ah! y que le den ganas de proveer un encuentro pronto, en un lugar lejano, con luces y sombras entre medio y que nadie tenga idea de que estemos ahí.

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