28.4.09

Clavar

Los dientes afilados se engulleron mi lengua. Me han dejado sin habla y sólo vivo de mis pensamientos, de mis terribles, sangrientos y hermosos pensamientos, de mis flores de todos colores, de mis energías subyuguladas, de mi seso silencioso, de mis oídos tapados, de mis brazos cortados, de mis piernas averiadas, de mi columna chueca, de mi útero cerrado, de mi boca ensangrentada de tanto morder mi lengua hasta acabar eliminándola.

23.4.09

Un dato

Imaginarse cosas en el metro es inútil porque empiezas a cranear algo y cuando lo tienes a punto de completar a nivel cerebral llegas a tu estación de destino.

Juego

Lo lúdico entra en mi corazón más rápido que los silencios.
Me refiero a tus juegos, que provocan cosas en mí.
Me provocan un lego en la guata y en la cabeza.
Me provocan sensatez y a la vez sentimientos locos.
Algo asi como derramar crema batida sobre tí.
Sobre todo lo tuyo y convertirte simplemente en mi bombón relleno.
¿Quisieras?
¿Qué te muerdan?
¿Qué compriman todo lo tuyo?
Un sabor es un sabor y de ahí viene todo lo nuevo.
Lo nuevo, lo bueno y lo invisible que está escondido por ahí.

21.4.09

Serenidad

Silencio.
Alma.
Paz.
Una copa de vino en mi cabeza.
Sólo el efecto, no la copa.
Todo por arriba de mí.
En mi mano, un pequeño Buddha.

20.4.09

Vientos

Soplar es como espantar demonios. Eso es lo que hacía la abuelita Soledad cada vez que veía un demonio de su alma salir a flote: soplaba, cada vez con más y más fuerza, hasta que el aire se le fugaba del cuerpo, se le espantaba por los ojos y luego, volvía a cerrar la boca y continuar haciendo lo que estaba haciendo.
Romina vomitaba para espantar sus demonios. La mayoría de sus demonios estaban en la comida. Cuando Romina se llenaba de demonios, los vaciaba en el water. Tiraba la cadena, cerraba los ojos, se lavaba los dientes y continuaba su vida normal.
Ramón botaba sus demonios en los zapatos. Dejaba de usar un par de zapatos que lo ligaban a aquel demonio del momento, los envolvía en papel de diario, los sellaba con cinta de empacar y los dejaba en la oscuridad misma del sótano de su casa. Se olvidaba de ellos por un tiempo, luego los sacaba y si no sucedía nada en su cabeza al verlos, volvía a colocárselos.
Cato espantaba sus demonios debajo del agua. Cato no buceaba, Cato aguantaba la mayor cantidad de tiempo posible sin respirar en un medio acuático cualquiera. Una vez aguantó debajo de su tina. Tenía sus manos agarradas afuera de ella, en el espacio en que el agua no llegaba, sus cachetes estaban hinchados y su cara deforme. Así, de esa fea manera, Cato expulsaba sus demonios.
Laura no tenía demonios, se los inventaba cuando en su pieza apagaba la luz. Y por eso, solía dormir con la luz prendida, para no caer en esos demonios. Una vez se cortó la luz de improviso mientras ella se acostaba. Sus ojos se volvieron de demonios. Deshizo la cama, se tiró al suelo, se arrastró por toda la casa. Salió fuera, se olvidó que la alarma estaba conectada. Le dio lo mismo. No había luz en todo el barrio. Entonces, Laura se sentó en la escalera de la entrada de su casa, se afirmó en los barrotes de ambos lados e imaginó que estaba en una tina llena de agua y que debía aguantar todo el tiempo que pudiera. Los demonios seguían ahí. Estaba a punto de volverse loca. De pronto, se dio cuenta que sus pantuflas podrían ocultar algún demonio que le diera susto, por lo que se las sacó, las envolvió en papel de diario y las enterró en algún lugar del patio de su casa.
No había caso, ahora la desesperación de Laura estaba en la respiración. Tan fuerte respiró, tan desagarradoramente sus pulmones cedieron, que empezó a vomitar sin fin. Vomitó la cena, la once, el almuerzo y el desayuno de ese día, luego salió un líquido café que no tenía nombre. Después de la arcada final, Laura se sintió descansada. No había ni un puto demonio en su mente. Se levantó para volver a acostarse, cuando al llegar a la puerta principal vio a un hombre. Más bien la sombra de un hombre. Un hombre grande, fuerte, hediondo y Laura se iba a echar a correr cuando dijo para sí: "no seas estúpida, mejor sopla. Inhala despacio y exhala con fuerza, así, se tendrá que ir de tu mente como sea". Eso hizo, hasta que se quedó dormida en las afueras de la casa. Estaba sola. Cuando despertó los bomberos y la policía estaban a sus pies. Un oficial le preguntó que había pasado. "Nada", le contestó ella, simplemente necesitaba expulsar mis demonios.

19.4.09

Something else

By the way, I run. I run under the rain. I run fast, forever, and ever. I run under the rain because the power of water rises around me, my heart, my essence, my vision of life. I run under the rain because the power of water is around me. I am water when I run under the rain, with my nude feet, with my nude corpus, with my nude mind. My nude mind run under the rain when I feel. I feel me nude now. I feel me nude, alone, happy, and with my mind open to a new way in my sensitive life.
Something else, now I wear old jeans, my Puma black shoes, a pink shirt and a small pocket of Camel lights cigars in any place of my jeans. I am nude. I am nude and run under the rain with all my forces. My face is wet. My hands are wets.
I am not nude. I feel like that...

18.4.09

NOALABISMO

Quería saltar, experimentar el vacío, sentir los pies volando en el aire, rememorar la capacidad de flotar en el agua, mirar hacia abajo y que el vértigo te recorra desde la planta de los pies a la cabeza. Sentir el viento, el agua, la lluvia y todo el imaginario que hay ahí. Experimentar la fluidez, la falta de lucidez. Dar un grito ahogado, soltar todo lo anulado desde adentro. Todo. Soltarlo al viento, sacarlo afuera sin que nadie te escuche, botar. Eliminar, exprimir, sacudir.
Que le dijeran que estaba loca era lo único que fue necesario para experimentar el vacío, pero un vacío oscuro, en el que lo mejor sería mirar la oscuridad honda hacia afuera. Hacia adentro, hacia lo inimaginable. Parece que estaba en lo cierto. Su imaginación era demasiado fructífera. Esas señales eran sólo un juego. ¿Esas señales eran sólo un juego? se preguntó al mirarse sus pies congelados, con un color marmóleo que la llenaba de frío. Quiso saltar definitivamente y al mirar hacia arriba para expirar y luego lanzarse cabeza abajo, de pronto vio las estrellas en el horizonte. Eran hermosas y brillaban. Eran diamantes en la piel oscura de alguien.

16.4.09

Una bomba

Soñé que todos caíamos y estábamos vestidos de negro. Todo cae por su propio peso.

14.4.09

Otro día

Cuando me saqué la polera en la noche y ví mi torso desnudo en el reflejo de la ventana con la cortina sin abrir, cerré los ojos, miré hacia arriba y sin terminar de sacarme la polera me dije que necesitaba tus manos sobre mí. Me acordé de la temperatura de ellas, de su textura, de la fuerza de sus nudillos y los pelos que la revuelven. Mi piel se crispó como si una brisa de hielo hubiera pasado por ellas. Luego, me dí media vuelta, me puse el pijama, bajé la cortina y me fui a ver la tevé.

3.4.09

La Orgía

Una silla. Dos sillas. Ella y yo. Eramos dos desconocidas que habían sido secuestradas o más bian raptadas, por desconocidos desde un bar de mala muerte. Desde que nos sacaron del lugar en que estábamos nos vendaron los ojos y no teníamos idea de lo que sucedió. Sólo sentimos. Por tres o cuatro horas o toda la noche sólo sentimos. No teníamos miedo. Más bien sentimos otro tipo de cosas. Ese tipo de cosas que se suelen sentir en situaciones de este tipo. No sé si me explico. Todo lo que digo no lo hicimos, lo sentimos. No lo vimos, lo sentimos. Nada más. Ese tipo de sentidos.
Me sentaron en una silla bastante cómoda. No, no era una silla, era un sillón de piel de algo, algo artificial, como plush o imitación de terciopelo. Suave, mullida, tibia. La espalda se situaba cómoda y los respaldos para los brazos también. Alguien fumaba y me dio de su cigarrillo. Tienen que haberme observado bastante rato en el bar. Era la única forma en que supieran que fumaba. Luego, un dedo me pasó vodka por la boca. Se sentía ácido y amargo a la vez. Con mi boca traté de capturar todo el sabor en ese segundo. Luego, un silencio. No me asusté. Una mano de hombre me paró y procedió a desvestirme como si fuera una inválida. Al estar completamente desnuda me anudó de las manos y las piernas. Creo que a la otra persona le hicieron lo mismo.
Pasó un largo rato. Pasos, más pasos, gente que se sentaba. Percibí oscuridad. Gente que se acercaba. Calor humano.
Manos que tocaban. Manos abiertas, cerradas, puños, manos de aire, de algodón, de cemento, de tierra, de volcán. Manos de mujeres, manos de hombres, uñas largas y traidoras, uñas cortas e inocentes, en definitiva manos en todas partes de mi cuerpo. Manos en mi boca, en mis brazos, en mis piernas, en mi entrepierna. Manos extrañas en mí.
Luego, fueron lenguas, lenguas sobre mi. Lenguas de reptiles, de humanos, de ángeles, de perros, de demonios, de vampiros, de nerds, de solitarios, de hombres lobo, de nieve, de primavera, de egocéntricos, de sicóticos, de payasos, de ruidosos. Lenguas en mi boca, en mis brazos, en mis piernas, en mi entrepierna. Lenguas extrañas sobre mí.
Cuando esto terminó me colocaron arriba de una cama y alguien roció agua sobre mi cuerpo. Agua que tenía olor a canela. Me lavaron por todas partes y luego procedieron a encremarme de los pies a la cabeza. Como a un bebé, pero siempre con los ojos cerrados y vendados.
Me vistieron y me dejaron en el mismo bar, con la misma persona con la que estaba.
Nunca más supe de ellos.
Un día, caminando por el centro, reconocí mi cuerpo en la carátula de una película pirateada. Decía que era cinearte. La compré. Llegué a mi casa, la inserté en el reproductor de DVD y pude ver que efectivamente nos grabaron todo el tiempo. Las manos, las lenguas, el baño, la canela.
Lo único extraño fue que en la última imagen ví la cara de un ex novio. Pero nunca estuve segura si realmente era él o fue sólo imaginación mía. Lo otro extraño que pensé, luego de ver la película, era de qué manera la fama a veces puede llegar como un juego.

TrancEnsangre

Lluvia roja. Lluvia que cae de a poco, lluvia que sube y baja. Lluvia que sube del suelo y cae del cielo. Lluvia. LLuvia. Esa cosa roja que salía de mi cuello, de un pequeño agujero envuelto en vísceras, músculos y cuanta membrana biológica y humana existe, eso era. Lluvia de mí, lluvia roja que caía de mí. Me había transformado en un zombie. Era una zombie, que caminaba desnuda por la ciudad. Desnuda, con esa lluvia roja cayéndome por el cuello, empapando mis senos, arrugando mi guata, poniendo sedientas mis piernas, perdidos mis pies, anulados mi sexo y mis sentidos. Todo en una dirección inconexa que hacía que la gente se agrupara en torno a mí y esperara la llegada de las cámaras de televisión. Y se daban cuenta que no era un espectáculo, sino que simplemente lo que yo había decidido hacer un día cualquiera por culpa del aburrimiento de mí misma. Hacerme un hoyo en el cuello y dejar que la sangre fluyera. Y una vez que esa sangre se derramaba por mi cuerpo, recogerla con mis manos y ponérmela en el pelo, en la cara, en los brazos, como completando el acto. Y el dolor, ese dolor insoportable. Me hacía cerrar os ojos y querer sentir más sangre sobre mí, mucha más sangre sobre mí. Más, más y todavía más. Hasta que fuera necesario un grito para pararla. Y el grito no ayudó a pararla, el grito forzó el agujero del cuello y éste se hizo más grande, y más sangre salió y más río se volvió sobre mí y ese río cansó mi mano que quiso parar el chorro del agujero. O sea, todo así y ser y no siendo. Todo ahí, pero sin ser ahí a la vez. Toda mi sangre era toda mi mierda que estaba saliendo afuera para no volver. Era mi muerte. La muerte de mí. Mi renacimiento.
Desperté tres días después. Con una enorme cicatriz que me pesaba y me dolía. Una enorme cicatriz que estaba ahí. Y me saqué la costra y vi piel nueva. Mi cama estaba manchada de sangre, mi pieza, el baño, la cocina y hasta la escalera que está fuera del departamento. Volví al baño después de ver todo el desastre en sangre que había causado mi trance. Y ahí, me agarré del lavamanos, miré mi cara fijamente en el espejo, observé mis ojos tratando de invadir mis pupilas y luego, al tratar de romper el espejo, algo saltó de adentro y me llevó a la oscuridad, que es donde resido ahora, con una pequeña luz que cada día crece de a poquito.
Entre paréntesis, no sé donde estoy. Me abducieron de mí. La sangre era mi trance.