30.8.08

Lista

Helado de chocolate
Pie de limón
Una cucharada de manjar
Sushi
Un bon o bon
Y eso sería todo

Blondor

No sé porqué quiero estar cada día más rubia. Como la Marilyn, como un sobre de blondor derramado sobre mi cabeza. Una mezcla sublime que corre por mi cabellera. Rubia, siempre rubia, en una pasarela con tejado de vidrio, los calzones abajo y el lápiz de labios corrido en la boca. Y un vestido blanco con manchas de vino tinto, un pinche de Hello Kitty en el pelo y cenizas de cigarro que manchan mis manos y mi dedo anular. Pastosa la mezcla porque está unida con agua. Con poquita agua.
Y camino por el tejado de vidrio con zapatos de tacón invisibles. Que también son de vidrio. Y se me rompe un tacón, y atravieso por el tejado hacia abajo, donde sólo hay basura y cosas que no sirven para nada.
Pero sigo tan rubia como al comienzo. Mi pelo, intocable.

27.8.08

Sin título

La inspiración:
“Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir”
(Putan Asesinas-Roberto Bolaño)
Un pequeño escrúpulo debajo de mi vestido almidonado. Un vestido largo y vaporoso, que se abre fácilmente y por el que es fácil meter la mano, aún estando sentada en una mesa, que es bien estrecha y que nos tiene cerca a tí y a mí. Tú me miras, yo desvío la mirada, tú me ignoras, yo procuro ignorarte y que no se note. Has colocado tu mano en tu pierna, yo bajo la mía, que estaba apoyada en la mesa y te empiezo a acariciar suavemente. Has puesto tu zapato sobre el mío y nos sobajeamos lentamente, escuchando como el resto de la gente que nos rodea habla tonteras y estupideces. Seguimos sobajéandonos, cada vez más juntos y siento mi pie tibio. Tu calor sobrepasa mi zapato. Mi calor sobrepasa tu zapato. Te siento tan cerca y no digo ninguna palabra, sólo te miro de cuando en cuando, para tratar de adivinar cuándo tus ojos se van a juntar con los míos y correremos la mirada rápidamente porque nos ponemos rojos.
Has sacado el pie de ahí. Te has puesto a conversar con el tipo que está al lado. Ya no me miras y me ignoras. Yo saco mi cosmetiquero. Me arremango el vestido porque me pican las piernas. ¡Tan vaporoso que es mi vestido! Me delineo los ojos con kohl, me pongo un poco de rímel transparente porque soy lo suficientemente torpe para mancharme los ojos, sombra de color morado, un brillo lip gloss en los labios y ya está. Me acerco a tí y te doy un beso en la boca con lengua para que todos los que nos rodean dejen de hablar y hablen de nosotros. Tú me tomas de los hombros, me sientas y comienzas a tocarme la pierna debajo de mi bello vestido. Y mientras, enciendes un habano y lo saboreas. No has dejado de tocarme. Todos nos miran.
No cruzamos ni una palabra sobre nosotros. Me levanto, te vuelvo a besar y me voy. Llegaste al paradero de la micro y me salvaste el disfraz. No me acuerdo si nos fuimos a tu casa o seguimos de largo a otro lado. Parece que fuimos a tu casa, porque me despedí sin despertarte, dejando tu frente llena de brillo labial y un patético papelito que decía "Tqm.Gracias por todo".
Yo no soy ningún puto mono que llora. Que quede claro. Me carga hacer sufrir por amor.

26.8.08

No es otra cosa

No se trata de estupidez, se trata del orgullo. Y el maldito orgullo no lleva a ninguna parte. A ninguna parte. Para eso, parece que es mejor quedarse callado en vez de asumir las consecuencias.
1: Es que no se puede mezclar una cosa con la otra
2: Yo no hablé de mezclar, hablé de asumir.
1: Tan número 2 que eres.

Insomnia

En mi cabeza tengo un duende blanco diciéndome bobadas.
Salta de un extremo a otro el muy imbécil.
¡Cállate, por favor cállate!

21.8.08

Trance en sueño

Anoche comprobé que puedo estar más de quince minutos mirando al frente, a un punto fijo imaginario que sólo es visto por mí y no pensar en nada ni en nadie. Estaba escuchando música hipnótica y en mi pieza con la puerta cerrada y la luz apagada.
Descubrí que me dan terror los cantos gregorianos, sólo que no me acuerdo porqué.
Más de quince minutos pasaron
Ví algo que en mi conciencia sabía que era visto por mí
Y eso que decidí no concentrarme en nada ni en nadie
Sólo en la puerta cerrada
Las puertas cerradas me dan terror
No me acuerdo porqué mandé a que me encerraran
Lo que sucedió fue que vi más de lo esperado en mi conciencia. Y eso que decidí mirar sólo las puertas.

20.8.08

Derecho a réplica

(Ella y él. Ambos están en la cama. Ella abraza un oso de peluche. El ve la televisión y comenta en voz alta todo lo que ve. Ella se para, se saca el camisón y se queda desnuda frente a él. El sigue comentando todo lo que ve en televisión, esta vez con un altavoz.)
Ella: (Gritando) Quiero que me compres un ventilador para el dormitorio. El verano ha vuelto esta pieza cada vez más asfixiante.
El: (Dejando el altavoz y hablando como quien le habla a una niña pequeña) Quiero que te calles.
Ella: Necesito que me cambies de lado el refrigerador, el enchufe está a punto de cortarse.
El: (Con voz militar) ¡Exijo que te calles!
Ella: (Enfadada)Me gustaría que esta noche durmieras en el living.
El se levanta y le pega una cachetada.
Ella se recupera. Se coloca el camisón, se vuelve a acostar, toma el muñeco de peluche y se queda dormida nuevamente.

19.8.08

Minotauro

Roise estaba perdida en un laberinto de colores. Primero fue azul, luego rojo, de ahí celeste, ahora en tonos morados, siguiendo en una tonalidad indefinida que le ahogó la vista. Y los otros sentidos de su cuerpo. Roise siguió avanzando y no hizo más que caminar cuando su pie se trabó con una luz invisible que emanaba del suelo. Y ahí se quedó, mirando hacia arriba, tratando de imaginarse una salida en el techo (los laberintos son techados para evitar el escape) .
Tenía los ojos abiertos, lo que no la hacía inmune a la luz. Por eso, su pie se quedó trabado. Intentó prender un cigarro, pero de su mano comenzaron a salir pequeños enanos, casi minúsculos, que subieron por sus dedos y saltaron hacia su boca. Los enanos se metieron entre sus dientes y se quedaron pegados a ellos. Roise estaba a punto de explotar, casi con la lengua extraviada en su propio pensamiento, cuando el pie milagrosamente se libró de la luz que lo tenía atrapado.
Ahora Roise podía correr y lo hizo con todas sus fuerzas, mientras sus manos trataban de sacarse los enanos de la boca. No quería mirar atrás. Estaba cansada. Necesitaba salir de allí cuanto antes.
Sintió que había corrido mucho y se sentó a descansar. Sus ojos le ardían. Quería comer algo y no tenía nada al alcance. Estaba sola. Sola, con hambre y con sueño en un lugar que no conocía y que tampoco le llamaba la atención conocer. De pronto, una música estridente surgió debajo de sus axilas. Una música rara, que parecía provenir del roce de la piel de sus axilas que se juntaban una con otra. Y ahí, en esa música rara, ella se quedó en trance, mirando hacia el horizonte sin querer caminar, pararse, ni pensar. Se quedó así, en un estado paralelo a la realidad, cuando de pronto, cientos de hormigas aparecieron, formaron un círculo en torno a ella y le anunciaron que por la fecha de su menstruación era la elegida para salvar el Universo del Minotauro.
Ante ese anuncio Roise necesitó urgente una lata de cerveza. Una sola lata. Helada, recién sacada del refri. Apareció al instante en su mano. La abrió, la saboreó de un trago y tiró la lata lejos. "Ya, que el jodido Minotauro aparezca y sigamos la fiesta en paz".
Ella pensaba encontrarse con un gigante, pero lo que Roise no sabía, era que los minotauros toman la forma que más engaña a su contrincante. Por eso, lo que Roise vio ante ella fue uno de esos monos que no son otra cosa que tipos disfrazados de muñecos, de esos que trabajan en los supermercados, y que "alegran-acosan-asustan" a los niños. Ella comenzó a correr. Se había acordado del maléfico payaso de Mac Donald's que todos los cumpleaños de su infancia se colocaba a su lado para cantarle el "apio verde". A ella le daba asco, pero no porque fuera sicópata ni pederasta, sino porque tenía olor a vómito en la boca. Años después supo que la persona que estaba debajo del traje del payaso era una barrendera bulímica que necesitaba más plata.
Le pegó un combo al muñeco y éste la agarró de un pie antes de derrumbarse y de que ella se alejara. Roise comenzó a temblar para poder zafar su pierna de esa mano asquerosa, cuando el mismo monstruo se transforma en Jimi Hendrix cantando esa famosa canción de Bob Dylan, que no me acuerdo el nombre, pero algo de tower tiene. Roise decide que ya no más. Roise odia a Bob Dylan. Roise odia todo lo bueno. Roise quiso escuchar en ese momento una canción de Ricardo Montaner. No pasó nada.
Decidió ir, sacarse un calcetín, usarlo de cordel y asfixiar a Hendrix. Un asesinato puede acabar con todo lo molesto. No siempre, pero en el caso de Roise sí.

18.8.08

Chicle.

Todo pasa más rápido mascando chicle.
El ritmo de los dientes hace que los minutos se disuelvan en mi saliva.
Y al irse, el chicle se hace más blando, más gomoso, más pegado a los dientes y a mi mandíbula.
Como el paso del tiempo.

17.8.08

Pusilánime

Ya me he puesto el camisón, he prendido la vela que alumbra los papeles de mi escritorio. Desde mi ventana veo la luna llena, intermitente entre ramas que parecen manos de niños desvalidos. Lo tengo a usted en mi mente. Me he despertado a medianoche para escribir estas líneas. La tinta está gastada, pero mi pluma aún se desliza por el papel.
Mi mente está inquieta y no dejo de pensar en usted, en sus palabras, sus mandados, sus indicaciones, sus castigos.
Sus benditos castigos en la última pieza del castillo. En esa pieza oscura, en la que usted entra y me acaricia sin que yo lo sepa, en la que me dice cosas a los oídos con una voz que no es la suya, porque le ordena a otro que hable mientras usted me acaricia. No importa, yo siento su presencia.
La descubro por sus hermosas manos que me recorren la espalda, el bajo vientre, las piernas, la entrepierna, los muslos. Usted no dice nada, yo tampoco lo digo. Vuestra merced, el silencio me ahoga, que no daría yo por ser su doncella, que me acariciara en medio de la noche en mi desnuda alcoba de sirvienta. Todas las noches. Todas las medias noches, todas las noches de insomnio.
Al otro día, me mandas llamar severo, me dices que no aguantarás una más de mis desobediencias, aunque sabe que soy desobediente porque me gustan esos castigos, y usted me los da porque le gusta castigarme. Usted me habla, yo lo miro y con esas miradas nos quedamos ahí, pegados, a no ser que llegue otro y se incorpore a la conversación para que lo que usted y yo comenzamos quede en nada.
No hay mucho que pueda hacer, pues su merced tiene la palabra. Acepto castigos y mandados. Ciega me quedo. Muda me he quedado. Esperándolo a usted, que concientemente sabe que las noches de luna llena me quedo despierta en las afueras de su habitación escuchando cómo trata a sus amantes, cómo les habla, cómo les gime. Usted sabe que lo escucho, que me gusta estar detrás de las puertas. Y con más fuerza lo hace, cuando la puerta se entreabre y el crujido de la madera por el frío del invierno provoca más ruido del que hace. Y ve mi sombra. Y mi cuerpo traspasado por la luz que se filtra por la ventana del pasillo.
Ve mi perfil, mis senos, mi estómago, mi bajo vientre, la coqueta forma de mis piernas, mis pequeños pies. Hay veces en que lo he visto mirando mi sombra mientras está con sus amantes. Yo me quedo ahí. No pienso moverme. Y lo miro a usted fijamente entre la oscuridad. Y cuando usted acaba, me desvanezco sin que lo note.
Al otro día estoy sirviéndole como siempre. Como tengo que hacerlo. Hasta que decido contradecir sus órdenes y usted espera pacientemente el momento de castigarme, de mirarme a la cara fieramente, de echarme de su despacho, de mandarme a encarcelar al calabozo, porque cuando llegue la noche, usted se hará presente, me desnudará, me tocará y me dirá cosas al oído que son dichas por otro y planeadas por usted.

Elisa en el alcantarillado

Se hizo amiga de dos ratones nauseabundos. Anduvo entre vómitos, mugre, desechos, contaminación. Quiso volver atrás, pero siguió avanzando. Paró, paró por mucho rato y luego siguió caminando, con los dos ratones detrás suyo pisándole los talones y haciéndole cosquillas por las piernas. Elisa después los tomó en su mano y los tiró lejos. Ellos volvieron de todas formas y le lamieron la cara, las manos, y bajaron por su cuerpo hasta el suelo. Elisa ya no tenía muecas de asco, había aprendido a querer a los ratones.
Un día subió a la calle y caminó por el asfalto recién mojado por la lluvia. Se sintió fresca. Se sentó a descansar en la acera y luego vio cómo los pequeños ratones se tiraban sobre sus rodillas para morderlas con furia. Elisa lloraba, pero la gente que pasaba por ahí sólo observaba con asco como dos bichos inmundos le hacían daño a una mujer joven que no se los podía sacar de encima.
Después de unos minutos ella los tomó por el cuello a ambos roedores, les apretó el cuello una vez, luego otra, luego una tercera, una cuarta, una quinta, hasta que vio que esos dos soltaron un hilo de sangre por la boca.
Los botó, vomitó sobre ellos y decidió que volvería a ser anoréxica.

16.8.08

Power

El poder de uno está en uno mismo, aunque te encuentres dentro de un congelador.
Estaba detrás del refrigerador, con una venda transparente en los senos y un vestido de tul blanco. Los labios pintados de rojo y la cara llena de base alba, con el polvo incrustándose en los poros, con la piel sintiéndose pesada, con mi pelo tirante por la laca que le saqué a mi abuela de su baúl escondido debajo de la cama.
El poder de uno está en uno mismo, repetí mientras me sacabas las fotografías en blanco y negro, hasta que el objetivo se desvió y comprendiste que mi mirada te provocaba cosas que nadie sabía y que nadie nunca supo.
Te vestiste y te fuiste. Te llevaste todas tus cosas.
Lo único que dejaste fue el refrigerador con los rollos de fotografías sin revelar.
Y ahí dentro, mi imagen desviada del objetivo.
El poder de uno está en uno mismo, repetí cuando te ví volver al otro día.

15.8.08

Agradecer, pedir, mentalizar

Lo tenía un poquito olvidado, pero siempre en mente. Doy gracias por todo lo que tengo y por todo lo que estoy recibiendo. La vida es energía, como todo lo que se mueve, gira, vuela y vuelve a la tierra para continuar su camino.
Todo sucede por algo. Nada es al azar. Asimismo, nada es absoluto, todo lo absoluto es la mente, porque ella es la que permite los cambios.
¡Doy gracias por todas las bendiciones que tengo y por todas las bendiciones que estoy recibiendo!
La mente es poderosa...no sabía cuánto...y ahora si lo sé. Son señales pequeñas, pero todas las señales son indicio de algo.

14.8.08

Inteligentzia

Antes me gustaban los hombres ricos, casi top models, inalcanzables, si eran tontos o cabezas de músculo, o corrían por Kennedy en carreras de auto me daba lo mismo. Ahora me gustan los hombres inteligentes, esos que te dan vuelta el mundo con sólo decir algo que no sabes.
Eso me mata.
¿En qué era lo que me fijaba antes?

Mordida

Quiero clavar los dientes en algo a esta hora del día. Sentirme loba y aullar. Mandar todo a la punta del cerro. Ser una loba esteparia. Silenciosa, pero mirando todo desde un bosque cubierto de nieve. Y de árboles de intenso follaje.
Me he dado cuenta que de repente soy ermitaña.
A veces valoro lo que implica estar sola. Sólo a veces.
Si pudiera cerraría los ojos y aparecería en otra parte.
Como Mazapán con la alfombra mágica.

13.8.08

Busco

Si alguien vende alas de ángel, que me avise porque ando en busca de un par.
Si alguien las arrienda, que no me cobre porque no es necesario.
Prefiero que me las presten por un rato, para comerme una estrella y volver a la tierra.
A veces es necesario divagar para encontrar el alma concreta de uno mismo.
El problema es cuando no hay nadie ni nada que te baje a la tierra.
A veces en el cielo se pisa mejor.
Debe ser por la esencia de los muertos que de repente se huele.
O sea, la no existencia de paraíso en ningún pensamiento presente, pasado ni futuro.

7.8.08

...

Me dí cuenta que el gesto importa tanto como el texto. O el sexo. O mejor, sácate las esposas que voy y vuelvo en un instante.
(No era consciente, era el estado vivo de una vivencia muerta)

Niña bonita

De repente me siento regia, estupenda, como si fuera Miss Universo.
El otro día me miré al espejo y me encontré más peluda que nunca.
Me encantan mis ojos, pero odio mis cejas porque son difíciles de depilar.
Me encantan mis labios, pero odio mis bigotes porque son difìciles de depilar.
Me gusta mi cintura, pero me carga el rollo maldito que aparece cuando estoy en calzones.
No andaba con la menstruación, pero parecía que así era. Quise romper el espejo. O ir urgentemente a hacerme una reconstrucción en la cirugía plástica.
Odio depilarme.
Odio sentarme con las piernas cruzadas.
Odio usar faldas largas.
Odio que me abran la puerta del auto.
Odio que me corran la silla en la mesa.
Me gusta que me besen en la boca en la calle.
Me gusta fumar en las esquinas.
Me gusta pinchar con hombres acompañados en los semáforos en rojo.
Me gusta que me miren y que me vuelvan a mirar.
Me gusta que me miren a los ojos cuando hablo.
Si no me hablan, yo los miro a ellos descaradamente.
¿Quién dijo que la Miss Universo era perfecta?

El otro aire

Lo que pasa es que no puedo. Simplemente no puedo. Todos los músculos de mi cuerpo se tensan y me vuelvo una completa idiota. O sea, me quedo perpleja mirándolo todo, como si quisiera dominarlo y eso fuera imposible, como si alguien se pusiera detrás de mí y con una enorme mano invisible me tirara de la ropa para que no me moviera de ahí y al mismo tiempo me tape la boca para que no hable. Y dicen que el que quiere siempre puede. Yo quiero, de verdad que quiero con todas mis ganas, pero no. Nada. No pasa nada. Y creo que de repente hasta se me para la respiración de tanto sentir esas ganas de hacerlo y estar al mismo tiempo presa de un impulso que me retiene. Tengo un elástico invisible. Un elástico que no puedo cortar. Ni aunque me diera vuelta y lo pusiera entre mis dientes. O aunque lo agarrara con mis brazos y lo llevara hacia adelante para tensarlo con su máxima expresión.
Es lo que siempre me pasa cuando me pongo al borde de un edificio y enfrentarme a la altura.
O sea, era algo que me pasaba.
Ahora ya no es necesario.

Algo así

Falta poco para la primavera.
Cada día menos.
Necesito tibieza, calor, días claros.
Un helado en el parque.
Un atardecer en la playa.
Mariposas y felicidad.