24.5.06

Eros y Tanatos

Cuando tenemos un éxtasis carnal ponemos una cara que no es muy agradable. Nadie diría que estamos gozando de verdad mientras en realidad estamos a punto de tocar el cielo. Es la mezcla del eros y el tanatos. Morir por sentir. Amar con una cara sufriente. Para nadie sería agradable ver su cara en alguna exposición con ese gesto. Claro que al momento de, no importa mucho que digamos. Yo siento el éxtasis así, una especie de catarsis muy corta, pero a la vez muy profunda. Una catarsis intensa, que cual soplido de Eolo se esparce por el cuerpo erizando cada pelo de nuestra piel como si fueran juncos mecidos por el viento. Así, nuestro cuerpo se transforma en un territorio que tiene que ver con las pasiones. Con el nacer, con el morir, con el sufrir, el amar, el entregar, el comer, el beber, el soñar.
Nacemos en un pequeño cuerpo, indefenso e incapaz de sostenerse por sí mismo. Morimos en un envase que se hace pesado, arrugado, doblado e incapaz de sostenerse por sí mismo. Sufrimos, porque es nuestro cuerpo el que contiene el dolor y el que explota ante él, al verse sometido a ciertos mensajes de su cerebro. Amamos con nuestro cuerpo, porque podemos entregarnos y entregar pasión a través de él. A través de la animalidad que desbordamos en precisos momentos nosotros satisfacemos necesidades como el hambre, la sed y la fantasía. O el escape de un mundo que muchas veces no está en nuestro mismo ritmo. O escapar de un entorno que no nos es favorable.
El cuerpo, como el alma, es lo que nos hace humanos y a la vez divinos. Portadores del placer y de la angustia por y para los demás. Portador de la vida y de la muerte. Portador de otra vida y generador de otras emociones. Nuestro cuerpo es la materia que nos liga a la tierra, que nos hace sentirnos plenos de humanidad. El alma nos alimenta el espíritu. Cuando ambos explotan, es porque hemos sentido una catarsis que es fuerte, profunda y potentemente vivificadora.
La vida es eterno eros y tanatos. Ying y yang. Sol y luna. Día y Noche. Odín y Freya, Satán y Dios, el mal y el bien, el amor y el odio. Suelo amar mi lado B de vez en cuando. Suelo amar mi cierto morbo por la muerte. Una cierta tendencia al Yang. Un lado de cara suele iluminarse con la luna. De noche, me transformo. Incluso en la adolescencia, en las noches de luna llena, no podía evitar bañarme desnuda en el mar. Ahora ya no, pero hay cierto poder lunático que me transforma. Me gusta hacer el bien. Odio el mal en todas sus letras. Pero, por sobre todas las cosas he descubierto que mi lado B es más fuerte de lo que pensaba. Mucho más. Mucho más oculto y misterioso. Tanto, que me gustaría ser una felina y sentir el sabor de mi sangre en la boca, la presión sobre la carne viva, dominación que suele asustarme.

1 comentario:

Hermansineme dijo...

Corta la catarsis...?? quizás obligada a desaparecer pronto por el instante de cordura en aquel momento de placer que te hace recordar lo poco agradable que puede resultar el gesto en tu rostro...
Es una de las expresiones más hermosas que podamos apreciar, expresiones que transforman y embellecen hasta las mas duras facciones.