30.5.06

Días de jumper

Estoy acá en Los Andes y hay un ambiente de "protesta". O sea, más que nada muchos pendex en las calles. Gritan, andan con pancartas con muchas faltas de ortografía (keremoz mejor hedukazion) y exigen pase escolar gratis, algunos hasta cantan reggaeton. Me acordé de mis años de colegio, en el que tuve el lujo de estar en el cuarto medio humanista más rebelde de la historia. Hacíamos llorar a los profes, especialmente la Erika, profe de matemáticas. Y cómo olvidar a Pedraza, que golpeaba el libro de clases en la mesa y nos cagábamos de la risa. O cuando para la semana del colegio nos fuimos en masa a tomar al cerro San Cristóbal. O cuando dábamos vueltas las mesas hacia la pared. O poníamos chinches con la parte afilada hacia arriba en el borrador. O las mujeres, en el baño, mojábamos papel confort y los tirábamos al techo para crear una suerte de caverna húmeda. Y las fumadas en el baño. Y las rebeldías al usar delantal. No tuvimos graduación en el colegio y no nos hicieron la tradicional despedida. Nos mandaron a la mierda...Y ahora que recuerdo, el Pelao Boitano tenía una cara de lacho que no se la podía. Y el nombre Curas Ad-Hoc que creó Andrés Mancini. Y las rivalidades que teníamos con las minas de tercero, especialmente la Paula Narváez, la Carola Ramírez y varias de ese grupito.
Odiábamos a la inspectora, la Srta. Julia, que andaba midiendo la basta del jumper y nos retaba por cualquier cosa. Una vieja que creo, hasta el día de hoy, sigue igual. La eterna mujer que no envejece. Esos son como mis buenos recuerdos del colegio, aunque era bastante pájara y subnormal, o freak, como quieran llamarlo. En ese tiempo anduve con el Alberto Camsen y me gustaba el Chino Cerón. El oriental jamás me pescó, de hecho me hizo más que la desconocida, pero igual aperraba. Hace unas semanas andaba en el barrio Bellavista y me encontré con el Pablo Zarhi. Cuánto me gustaba. Me quedó mirando muy raro, pero me reconoció. Obviamente tiene que haber pensado "qué mujer está". Yo me maté de la risa. Al Pablo le mandaba mensajes de amor por la radio del colegio y el loco cachaba a la legua que me encantaba. Una obsesión demasiado cuática e infantil. O del Daniel Muñoz, que anduvo atrás mío y jamás pasó nada.
Creo que el cuarto A humanista habría salido en masa a las calles. Por último pa capear clases. No nos habría pasado nada más. Una suspensión y llamada al apoderado, pero para lo que nos importaba el colegio. Eso me recuerda la protesta de los pinwinos en estos días. Y ahora, cuando me hablan de jumper, se me viene a la mente la colegiala traviesa y sensual. Un disfraz que nunca está demás. Me encantaría volver a ponerme el jumper para ver cuántos viejos perversos se dan vuelta a mirarme. Ja.

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