17.7.09

A puerta cerrada

Fue extraño. Llegamos al motel y en el privado no te hice nada y tú tampoco me hiciste nada. Cuando la señorita avisó que había una habitación desocupada me hiciste pasar primero, como siempre, pero no me tocaste el trasero. Simplemente caminaste detrás de mí. Llegamos a la pieza y en vez de tocarnos y yo disfrutar del placer de verme en el espejo de arriba, nos sentamos cada uno a un lado de la cama. Yo hacia donde se supone había una ventana que daba hacia la calle y tú hacia la parte de la habitación donde estaba el baño. Ninguno de los dos hablaba. Me saqué la chaqueta y tú hiciste lo mismo. Llamé a la mucama para que me trajera una piscola. Tú encendiste la calefacción porque la habitación estaba fresca. En ningún momento nuestros ojos se toparon. Encendiste la tele y había una china siendo follada por dos negros y un tipo blanco con una enorme verga. Mi piscola llegó. Aprovechaste de pagar la habitación. Cambié la tele a un canal de monitos animados. La tele estaba muda, sin volumen. Prendiste la radio y la dejaste en una estación donde tocaban cumbia sin parar. Aún nuestros ojos no se topan. Nos acostamos sobre la cama y mientras yo veía los monos a veces cerraba los ojos y tú volvías a colocar el canal porno, pero cuando presentías que yo iba a despertar, lo cambiabas para que yo no me enojara. Y así nos llevamos las tres horas. Cuando llegó la hora de irnos, te arrodillaste ridiculamente y me pediste matrimonio. “Ni cagando”, respondí. Te pusiste a llorar. Yo salí y me puse a caminar hacia el metro. Me sentí feliz.

No hay comentarios.: