17.7.09

Luna Llena

El capricho no tenía nada que ver con el blanco, dijo el pequeño hombre. “Debes seguirme y mientras tus pies se hunden en la nieve yo seguiré adelante sin hundirme, porque puedo volar y hacerte volar a tí”. El pesado vestido se fue desprendiendo de mi cuerpo como en un acto de magia. Mi copa de vino blanco se hizo más grande y más pesada. Mi ropa interior continuó intachable, mientras las venas de todo mi cuerpo se marcaban más y más, hasta dejarme inmóvil por el intenso frío. El enano maldito me dejó sola. Me dejaría morir en la soledad de la noche. Pronto me dí cuenta que estaba equivocada. Los lobos venían por mí. Y en vez de lamerme y morderme, formaron un círculo en torno a mi presencia, bebieron de mi copa y regresaron a ser humanos con dolor y desprendimiento. Luego, me sacaron de la nieve, me envolvieron en sus gruesas pieles y me llevaron de regreso a casa. En el cielo, en la luna llena, un hombre pequeño lloraba sangre.

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