17.7.09

El espejo

Completamente desnudo, el cuerpo de la anciana Clara se observaba en el espejo con parsimonia. La misma lentitud con la que sus lágrimas caían por sus mejillas al observar las arrugas y el desgaste de la cabeza a los pies. Luego de mirarse con detalle, se colocó su vieja y raída enagua, se calzó las pantuflas y con estupor comprobó que acababa de morir en la enorme cama de fierro forjado. “He muerto”, fue lo que dijo al momento que abandonaba la habitación para irse a penar por su casa, ahora vacía.

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