5.3.09

Su puerta entornada (bis)

El color de los caballos era la violencia de su cara, señor. El olor de las bestias, era el olor de su piel. El calor de los pelos lacios, era la temperatura del vapor que salía de su nariz. La frialdad de la noche, era la frialdad que salía de sus ojos. Usted se transformó en bestia. En una bestia dulce y azucarada. Una bestia incapaz de controlar, que de tanto saciar su rabia y no querer hacerme daño al ver que estaba a su lado se mordió a sí mismo con toda la fuerza de la que fue capaz. Con toda esa fuerza, esa rabia, esa energía desbocada. No quise acercarme a usted. Tanta violencia podría haberme hecho daño también. Más de lo que hubiera querido. Su sangre no me es indiferente, sus gemidos tampoco, su dolor menos, su silencio aún menos.

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