11.3.09

Pequeño cuento perverso

El profesor pedía que nos sentáramos nosotras, las cinco, las elegidas, con nuestros bancos vueltos hacia los alumnos. Nosotras éramos alumnas, pero teníamos que mirar hacia el frente. El profesor hacía que abriéramos las piernas y que mostráramos los calzones a nuestros compañeros. Cynthia siempre tenía su calzón manchado con sangre porque cuando le llegaba la regla pasaban más de tres horas sin que se cambiara la toalla higiénica. Yo usaba calzones blancos con corazones de colores, Paula prefería usar un calzón negro y la Romy con la Tere, las dos que se colocaban en el rincón al lado del basurero no usaban nada. El profesor vestía siempre una camisa negra y pantalones blancos. Tenía unos ojos que daban miedo. Nosotras no le temíamos. Nosotras estábamos perdidamente enamoradas de él.
Cuando estábamos alineadas, él pasaba por frente a nuestras sillas, dando la espalda a nuestros compañeros y se agachaba, nos echaba la cabeza hacia atrás y nos besaba en la frente. Hacía lo mismo con cada una de nosotras. Nosotras moríamos de risa, nos sacábamos los calzones y una por una se levantaba, caminaba hacia el escritorio de él y los dejaba encima. En el caso de Romy y Tere ellas sólo abrían y cerraban las piernas todo el rato, hasta que las otras tres terminábamos el ritual.
Al volver a nuestros asientos en la posición normal, el profesor tomaba el libro de clases y salía. La Romy decía que iba al baño. la sala estaba vacía. Nuestros compañeros nos miraban desde fuera con cara de cordero degollado. Eramos nosotras, las cinco, las elegidas.

No hay comentarios.: