11.3.09

Pura energía

De repente Maula recibía señales erróneas. Se equivocaba, y se equivocaba mucho. Las veces que eso le sucedía solía encerrarse, acostarse debajo de las tapas y llorar. Ahora las señales eran más claras. Quizás demasiado claras. Era preciso ponerse las zapatillas y correr. Correr a toda velocidad para alcanzar lo que quizás estaba a punto de irse. Sé que no se irá, que lo alcanzaré aunque sea con la punta de los dedos. Fue lo que Maula pensó. Entonces, agarró un pedazo de papel, lo cortó en dos, se sacó unas fotografías en blanco y negro, las imprimió, las cortó y las pegó de manera que quedaran bien. El resultado fue hermoso. Hasta ella se enamoró de su tarjeta. Quizás podría causar un efecto similar. No que se enamorase, eso no, es muy difícil de lograr con una tarjeta, así que lo que esperaba era una señal como respuesta. No un desmayo ni mucho menos, una señal. Y la recibió. Ella sabe perfectamente lo que pasa. Ella sabe perfectamente que cuando están los dos solos, son como dos personas en silencio. Un silencio incómodo a veces. Ella le ha pedido a él que le hable de su vida. El no dice nada. Quizás dentro de su mente tiene muchos recuerdos que quizás no vale la pena que se conozcan. O tal vez es demasiado reservado y la confianza todavía no es la suficiente. O quizás es preciso que la evolución suceda de una manera más lenta. No. No es eso, pensó Maula, lo que tiene que suceder es exigir una respuesta. No, exigir no, pedir una respuesta. Se pedirá la respuesta. Y la pregunta, no tendría porqué molestar. Supongo que tendrá la inteligencia suficiente para darse cuenta. Ya se ha dado cuenta, le digo yo, lo que sucede es que hay otras cosas.

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