4.5.08

Encrucijada

La decisión de la sangre no era dejarla correr, porque no dependía del flujo, sino de la gravedad con que el flujo podría detenerse en un caso hipotético si es que se estuviera de cabeza. Y en este caso el color no importaba, tampoco la cantidad de líquido que se expulsaba en un determinado período. Importaba la posición, la proyección del cuerpo. El enfriamiento. El cerrar los ojos. Y, la decisión de no querer escapar porque la voluntad cedió a la gravedad.
Habría que desamarrarlo. Pero él lo lograría antes. Se iría en medio de la noche y sólo la sangre sería el mudo testigo que ya no estaba.

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