5.5.08

Intimidades

Mis horas pasaban más rápidos que las del resto. Con ritmo, con más equilibrio, pese a la velocidad. Era cosa de acercar el reloj a mi oído y sentir el tic tac intermitente que me dejaba en trance. Así, tic tac tic tac. Y yo, cerraba los ojos, me imaginaba en un mar transparente, nadando sin cesar, hasta que una ola me agarraba y despertaba en un mar de gente, en una cola interminable, con miles de pagarés en la mano, transpirada, sudada, cansada.
Y sólo bastaba levantar la muñeca y escuchar el tic tac, para volver a mi sopor imaginario otra vez.
Hacía lo mismo cada vez que un trámite se cruzaba en mi vida.
La burocracia, la cansada burocracia de hombres cansados y confundidos que te miran con una ventanilla y se han olvidado de decirte buenos días.
Yo lo digo. No recibo respuesta.
Prefiero eso a una sonrisa falsa que denota rapidez y por-favor-váyase-luego-que-tengo-gente-que-atender.
Ya no uso reloj. Me dijeron que bloqueaba la energía humana.
Y mis sueños dejaron de suceder.

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