27.5.08

No era nada

La simple oscuridad. El simple silencio. La simple visión de los objetos sin luz. La no visión de los objetos en ninguna parte. Y mis pupilas acostumbrándose a esa no visibilidad aunque en el fondo ven, poco, pero se acostumbran y ese espacio se vuelve mío, sólo mío, aunque es tan diferente a todo lo que he visto, lo que he sentido, lo que he palpado con luz. Me gusta la oscuridad. Me da miedo la oscuridad, pero aún así me gusta y me dejo estar. Pensando, meditando, en que todo aquello que sucede puede ser con o sin luz. O mejor en la oscuridad, donde sólo estás tú y nadie más. O tú y eso que te imaginas. Acompañados los dos, casi escapando de algo que es y que puede no ser. A veces es mejor apagar la luz. Y tratar de dormir con los ojos cerrados. O mejor dicho entrecerrados, alerta a aquello que aparece y desaparece detrás de las paredes. Y la lluvia que cae afuera, y la temperatura que cae afuera. Y arroparse más y más para no sentir el frío de los pies. El cuerpo en la temperatura media y los pies helados. Aún con calcetines de lana y el scaldasonno encendido. Quizás qué significará que los pies estén fríos, con el morado despierto, los nervios alertas. Y el resto del cuerpo en paz aún sin entender porqué esos pies, los tuyos, los que pisan, están helados y no se quieren mover. Pero al final no era nada. Nada de nada. Simplemente era que los pies se demoran más que el resto del cuerpo en acostumbrarse a la quietud y la oscuridad.

No hay comentarios.: