15.5.08

Diosas

Cuando Romina terminaba de hacer el aseo de la casa, se sentaba en un banco del segundo piso, que estaba en el balcón de la pieza de su patrona, prendía un cigarro y procedía a inhalar y exhalar el humo sin parar y sin dejar de mirar el horizonte que se aprestaba a entregarse al atardecer. En algún momento cerraba los ojos y mientras el sol se ponía, Romina soñaba distinto, todas cosas diferentes, pero siempre a la misma hora y en el mismo lugar.
Ese día soñó con luces. Muchas luces de colores que se movían. Luces artificiales que titilaban en un cielo negro. Un cielo de tul negro. Un cielo no natural. También soñó con hombres y mujeres. Soñó con mucha gente, con hombres y mujeres que se movían. Soñó con sus amigos, con su familia, con gente que conoció cuando chica y que en algún momento dejó de ver. Soñó con un lugar desconocido. Y con ritmos, con soledades, con estrellas.
Y de pronto, Romina se vio en un interrogatorio. Donde sólo una luz la alumbraba. No. No era un interrogatorio. Era un lugar más alto que el suelo. Y esa luz, esa bendita luz que la iluminaba era un foco, pero que ahora se volvió de color. Ella estaba sola y sintió miedo. Se puso de espaldas a la luz y le dijo que mejor se iba, pero un enano vestido de extraterrestre le insistió que se quedara. Que tenía que aguantar la respiración. Sintió que su cuerpo se relajaba y lentamente se dio vueltas. Gritos, gritos y más gritos.
No entendía nada. Definitivamente tenía que salir de ahí. Y no pasó nada, todo seguía igual. Y ahora había música y un fierro de metal a su lado. Y se subió, y bajó. Y ahora tenía un colaless plateado y más de diez hombres que la observaban bailar y la aplaudían, le daban vítores, la animaban. Otros le tiraban billetes de diez lucas. Y ahí cuando los billetes de diez lucas caían sobre su cuerpo, Romina tomaba impulso, se agarraba del fierro con los brazos, se ponía cabeza abajo y subía las piernas. Y ella estaba feliz, viendo cómo los billetes de diez lucas no dejaban de caer.
¡Romina!, ¡Romina!, ¡te dije que no me gustaba que fumes en MI balcón!, ¡te dije que tenías que planchar MI pantalón! , ¡mira cómo dejaste el piso, otra vez se te olvidó traer un cenicero para fumar en MI balcón!,¿eres estúpida o te haces? Romina apagó el cigarro en el suelo. Se dio vueltas para darle la cara a su patrona y le pegó una cachetada. La vieja se quedó en vilo. Ni siquiera se movió.
Ya estaba en la cocina preparando la cena cuando sintió que la señora entraba y sin mirarla le dijo: "Debería salir". La señora le tomó la mano, como muchas veces solía hacerlo. Sintió que le acariciaba los dedos y le dio asco. Se dejó. "¿Puedo dormir en su cama hoy, señora?" y la doñla le respondió: "No, creo que es mejor que salgas tú".
Romina se fue a su pieza, se vistió y vio que la señora la miraba por el cerrojo de la puerta: "No me mire, señora. Me estoy preparando para salir a bailar". Y le contó el sueño que tuvo. La doña se puso celosa. No tenía un tubo de metal en ninguna parte de la casa.

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