30.4.08

Tempura

Mi pescado, porque ya está muerto, tomaba chocolate líquido de mi dedo cada vez que le daba la comida. No era casualidad, porque cuando me tocaba darle su alimento era el instante en que me comía todos los días un cuadrado de la barrita que me compraba para toda la semana. Y Tempura disfrutaba ese sabor, ya que su boca succionaba la yema de mi dedo cuando se posaba en el borde de su pequeño acuario, que en realidad era una pecera, redonda y de vidrio de color azul, para que no olvidara las tonalidades del mar.
Un día puse veneno para ratas en mi departamento y a la hora de la comida de Tempura, él de nuevo volvió a succionar la yema de mi dedo para saborear lo que él creía que era chocolate. Más tarde, vacié el agua cuidando de no botar su pequeño cuerpo. Lo besé y luego lo coloqué en el WC. Bajé la tapa y tiré la cadena. Ahora el espíritu de Tempura iba hacia el mar.

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