22.3.05

En la noche...cuando todos quieren dormir

Me encanta la luna. Creo que ella en el cielo es como la madre oculta de todos. Una mujer misteriosa. Yo me siento la madre luna a veces. Sobre todo cuando ella está llena, en el horizonte oscuro de la tierra, plena de iluminación solar y de la compañía titilante de las estrellas. Amo la luna, es más, creo que ella es una energía que nos renueva mientras dormimos. Mientras nos entregamos a Morfeo y sentimos que somos pequeños seres en un universo que a veces se ve infinito. Creo que por eso cuando fui a México en 2004, específicamente en Isla Mujeres, al conocer el altar a la Diosa Ixchel, la madre de la Luna, me sentí fuertemente atraída por ese rústica tabla de antiquísima roca que miraba al océano en medio de un bravío, cálido y turbulento paisaje. Se me pusieron los pelos de punta. Sentía la energía de las olas envolviéndome de pies a cabeza. Unas lágrimas cayeron por mi cara, lentas pero fuertemente saladas. Me emocioné muchas veces en México, en determinados lugares, a determinadas horas y en ciertos puntos álgidos emocionales que me marcaron. Tal vez en otra vida viví en México. Tal vez fui alguien a quien adoraron o quizás, como en el libro La Ley del Amor de Laura Esquivel, fui una esclava azteca sometida por algún conquistador español. Fuerte, de pura piel, algo que predomina en mi esencia hasta la actualidad.

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