21.5.09

Condena

El ahorcado estaba a punto de cumplir con su condena. Estaba con los ojos cerrados y la cabeza embutida hasta el cogote en la soga gruesa que el verdugo sostenía. Faltaban pocos minutos para que dejara este mundo. Rezó un padre nuestro al revés, tiró un escupo y una vez que lo hizo el verdugo le pegó una cachetada para adormecerlo. El verdugo también respiraba lento. Sentía un éxtasis de miedo. Claro, era obvio, debía hacer que su propio hijo se fuera de este mundo.
(En un día como hoy, adormecida con el hecho de haber bebido demasiado, los dedos no paran de teclear en el pc. Dormida, pero con efecto despierto.)

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