6.1.06

De los vuelos sin retorno

No digo que hay que irse para no volver. Tampoco digo que hay que sentir para no creer. Volar sin retornar puede implicar darse mil vueltas en el aire en redondo, sin llegar a ninguna parte, sino pasando por los mismos puntos trazados en el aire una y otra vez sin que llegues a un lugar determinado. Esos puntos pueden ser intenciones, emociones o simplemente la búsqueda de algo que aún no se ha encontrado. Puede que uno de los vuelos sin retorno del ser humano sea el encontrar la felicidad como un estado único e inalterable, que llame a la paz interior y al reflejo de las conciencias en las sombras de la tierra. Me siento en este momento como un ave en pleno vuelo, que alza sus alas hacia el horizonte. Creo que de a poco he comenzado a encontrar mi destino. Por lo pronto, espero irme a vivir sola y surgir en paz. También quiero que la vida comience con nuevos bríos a mi alrededor. No tenemos nueve vidas como los gatos, pero creo que los seres humanos tienen la inevitable posibilidad de renovarse una y otra vez. Nacer como el ave fénix y reciclar lo viejo para transformarlo en nuevo. O lo que no sirve para que sirva. O adaptarse a las consecuencias. Quizás el único estorbo son los laberintos mentales que de vez en cuando se forman. Recovecos neuronales que a veces atosigan.
De la vida y las intenciones de volar podría escribir un libro. De la vida y las intenciones de no volar con suerte alcanzaría a escribir una página. O menos. La estabilidad no es posible en el ser humano. Se necesita un cierto dejo de movilidad para acelerar ciertos instantes, o bien hacerlos más lentos para no caer en el abismo de lo inamovible.
Me acordé del libro de poesías y aún no me han contestado de la editorial. Ojalá resulte. Sería un importante logro para mí, que cada día me cuesta más despegarme de un lápiz y un papel. Escribir es un acto esencial que rompe la inmovilidad aunque estés en un mismo lugar en un tiempo y un espacio determinado. El determinismo cansa y la incapacidad de avanzar también. Esto tiene que ver con la falta de lograr las armonías interiores de cada uno. Las armonías del alma y de la mente.
Ciertas proyecciones pueden ser inútiles sin moverse de un escritorio. Como yo, que anoche recuerdo haber tenido un sueño en que me comía una enorme torta llena de estrellas. Al medio estaba la luna y mi cara se iluminaba. Los conejos cantaban y los pájaros fumaban habanos. Era un sueño extraño. En un lugar extraño. En un recóndito pedazo de mi mente extraña.

1 comentario:

Hermansineme dijo...

Los hay, pero este se trata de un vuelo con retorno, he leído líneas que hablan de la profundidad mental que perturba si no existe predisposición a extraer la idea última de tus palabras.
Torpe me siento al escribir, recorrer tus palabaras y equivocarme con demasiada frecuencia cuando navego e inserto comentarios, debe tratarse de una expresión silenciosa de ansiedad, ansiedad por apagar el hambre de mi curiosidad por seguir el juego de decir y no decir.
Y si, pareciera que sin quererlo estamos expuestos a terapias de adaptación al entorno y como tal, debo reconocer que me siento un púber junto a tu adulta adolescencia que poco a poco, artículo tras artículo, madura y conforma el mundo que le acomoda o se acomoda al mundo.. y vaya que el orden de los factores alteró el producto...