Así lo dijo la machi, que no te espantes niña, que las sales se comen los males, dijo toda concentrada mientras bañaba la madera quemada en un polvo blanco. Más y más polvos tiraba la machi, convirtiendo la fogata en una asadera de espanto, en noche de luna naciente, botando los malos agüeros que eran de esta tierra y no tanto.
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