4.11.08

Untarte con crema

Me pongo aceite emulsionado en las manos. Una abundante cantidad. Vierto el aceite sobre tu espalda y te quejas porque la crema está fría.
Hace calor, estamos debajo de un árbol y rodeados de cerros.
Esparzo la crema sobre tu cuerpo y puedo sentir tu piel, un poquito dura debajo de esos pelos. La piel se va soltando de a poco.
Miro tu cara y observo que no te relajas. Te cuesta. Tienes los ojos abiertos.
En un primerísimo primer plano estás viendo los pastos que están a la altura de tus ojos.
Siento las vértebras de tu columna. Las masajeo una a una.
Siento como debajo de tu cuello y a la altura de tus hombros tienes pequeños nudos. Los apreto. Gimes. Te pregunto si duele. Me dices que sí. Ahora masajeo más despacio, con la yema de los dedos. Suavecito, pero persistente. De a poco se deshacen los nudos.
Coloco crema en tu cuello. Se ve tan frágil. Se siente frágil. Siento ganas de apretarte el cogote, pero silenciosamente me río y prefiero hacerte un masaje suavecito ahí. Despacito, luego un poquito más fuerte.
Despliego mis manos con toda libertad sobre tu espalda. Subo, bajo, amaso, apreto, suelto, subo, bajo, amaso, apreto. Coloco las palmas de mis manos con toda la presión posible sobre tu espalda. Lo hago de arriba a abajo. Una y otra vez.
Duermes.
Estoy feliz.
Alguien nos observa.
Termino.
Ahora mis manos están suaves y tu espalda también.
Suave y encremada.

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