27.11.08

Toda una larga noche

Tus pasos me despertaron, por eso, me destapé y puse las piernas estiradas sobre el colchón, adivinando si esos ruidos eran los tuyos. Tu presencia era suave, pero percibida perfectamente por mí y por mi sexto sentido. Te sentía cerca. Estabas cerca. Me levanté despacio y un calor me atravesó la espalda desde el cuello hasta la cola. Un calor fuerte, persistente, temido por mí. Sentí que me tocaste el hombro, que pasaste tu aire por mi nuca, sentí tu olor a recién afeitado aunque no me gusta que te afeites, el after shave Axe que usas. Sentí tu pelo almidonado, tus manos toscas pero sensuales. Te sentí de noche. Fui al baño y me senté en el wc sin levantar la tapa. Cerré los ojos y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Estabas ahí, a la distancia, pero ahí. Las baldosas estaban frías y me calmaron el calor. Decidí ducharme, regulé el agua lo más tibia que pude y al meterme bajo el chorro percibí que me observabas a la distancia, detrás de la cortina de baño, quizás sentado en la misma taza del wc donde hace unos instantes estaba yo. Quise correr la cortina, pero me dio miedo. Te imaginé rapado y con los ojos delineados con kohl. Vestido sólo con un pantalón blanco y descalzo. Cuando abrí la cortina, ví que estabas de espaldas, pero vestido tal como yo te imaginaba. Te llamé. Pronuncié tu nombre despacio, casi en susurros, pero proyectando la voz. Te diste vuelta y sin decir nada, me acercaste la toalla. En vez de gritar, la agarré rápido para poder vestirme y volver a la cama. Una vez ahí, me acuesto, me doy vuelta hacia la pared, que es como siempre duermo, en el costado izquierdo de la cama y siento que sin verte, te estás acostando a mi lado, despacito, para no molestarme, pero te acuestas. Siento tu respiración, la temperatura de tu cuerpo, la energía que emana de tu nariz cuando respiras. Y te apegas a mí. Me acomodo a tu cuerpo, entrelazas tu brazo con mi torso y te quedas ahí, dormido. Respiramos con el mismo ritmo. Siento olor a flores y a viento de cordillera, siento olor a tí, a tu esencia. Me doy vuelta y duermes plácidamente. Te hago cariño en la frente, despacito, como un cariño de bebé. Te beso en los labios suavemente. Te remeces y acercas tu cara contra la mía, yo me dejo estar en la tuya y siento que no te has afeitado en dos días y eso me pone feliz. Así me quedo, con un roce feliz en tu cara. Agarro tu mano fuerte, la coloco en mi cintura, me doy vuelta y me pongo a dormir de nuevo. Hace tiempo que no dormía tan bien. La mayoría de las veces sueles despertarme a las dos de la mañana y luego no hay nada. Hay veces en que siento que a la distancia te sumerges en mi cuerpo como un animal, como una ola que entra en la arena, como un viento fresco en un campo de rosas rojas, como un dulce en la boca de una mujer, como un delfín saltando en una nube de fantasía. Al otro día, cuando despierto, la silueta de tu cuerpo está en mi cama. La toco y es verdad, estuviste ahí. La toalla del baño estaba mojada. La ducha con rastros de agua en la tina, mis pasos marcados en la alfombra de mi pieza. Un olor a rosas rojas en mi haitación. A rosas rojas mojadas, como el aliento del pasto recién cortado que sale de tu piel. En mi espalda, una marca de fuego inexplicable.

No hay comentarios.: