6.10.08

Una carta, una historia

Extraño las cartas de papel. Esas que te llegaban en un sobre a la casa, con un remitente conocido o desconocido. Una carta metida en un sobre con remitente y estampilla. Una carta que guardas en el armario y que con el paso del tiempo se pone amarilla y recuerdas lo que sucedía cuando te llegó.
Una carta, escrita de puño y letra. Alguien pensaba en tí cuando escribió esa carta. Y la emoción, al salir a la puerta y recibir al cartero que te la entregaba y corrías a tu pieza, te tirabas en la cama y la abrías con ansias para luego pensar cómo responderla. Una carta que valía, porque sigo pensando que el papel lo aguanta todo. Si no te gusta, es cosa de romperla. Y si te gusta, la respondes y la guardas. Una vez rompí una carta de amor en la cara del emisor. Sin ningún tiritón, de golpe, miles de pedacitos cayeron sobre sus zapatillas y yo sólo me dí la vuelta y me fui. Orgullosa, porque por dentro me habría gustado guardarla. Sus palabras eran bellas. Supe que él me miró hasta que desaparecí de su vista. Supe que me miró como se mira al sol al atardecer, siguiendo mis huellas con sus ojos. Después supe que me olvidó y cuando nos topamos en la calle una vez, me reconoció de lejos y me quitó el saludo.
Hoy, me gustaría escribir una carta larga, con un lápiz con tinta rosada, en una esquela que imitara los papeles oxidados por el paso del tiempo. Sería una carta enorme, de más de cuatro páginas por los dos lados, sería una carta descriptiva y emotiva a la vez. La doblaría en cuatro, la sellaría con mis labios pintados de rojo, le echaría un poco del perfume que uso. La metería dentro de un sobre blanco. Iría al correo y la echaría feliz al buzón. Quizás quien la reciba sabrá que podría leerla una y mil veces o bien botarla inmediatamente a la basura.

1 comentario:

Ahlejandro dijo...

mucha razón tienes al hacer nostalgia de lo que generaban las cartas ... y de verdad el papel como la red, aguantan mucho ...