6.10.08

Tragar

Un cuchillo envuelto en un pañuelo rojo bajo la lluvia. Un cuchillo ensangrentado, que funde su color con el pañuelo, que deja ver el reflejo de una cara triste que llora y se funde con la lluvia. Es Lía, que sabe que lo que ha hecho no está bien. No está para nada bien. No ha matado a nadie, si es que pensáis, pero lo que sucedió no era correcto.
Cuando el reloj dió las siete de la tarde y el cielo se cubrió de nubarrones, ella arrojó su vestido rojo en la tina del baño, se desnudó y procedió a comerse seiscientos gramos de carne cruda sin cocer ni siquiera un poquito. Se la comió sin atragantarse, sintiendo a duras penas el paso del alimento por su garganta. Lía lloró. Lía sintió dolor cuando la carne cruda rozó su garganta. Lía sintió ganas de vomitar, de botarlo todo, pero se aguantó.
Ella está desnuda en un callejón que queda a la vuelta de su departamento. Mira la luz prendida del baño desde el pavimento. Se siente pequeña, una pulga en la gran ciudad. Lía sabía que si se comía seiscientos gramos de carne cruda podía estar lista para olvidar.

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