22.12.05

La lenta latitud

Si las escaleras fueran personas, la altura sería directamente proporcional a miles de cerebros encaramados unos encima del otro de tal forma que entre ellos se generara un semicírculo rodante, que funcionara como una escalera mecánica moviéndose al ritmo de los impulsos neuronales. Así, cada fuerza que se diera por el roce entre los cerebros serviría para mover el entorno total de la escalera.
En la mañana estos impulsos son fuertes, por lo que la escalera avanzaría rápidamente y los ritmos serían locos, alterados y concientizados de acuerdo con el mayor o menor alcance entre los cerebros.
Al mediodía el ritmo disminuye, se vuelve un poco más lento pero igual de acelerado. En la tarde el ritmo decantaría aún más y las formas de la escalera tenderían a permanecer por un tiempo impreciso en diversas posiciones estáticas. En la noche hay detención absoluta. Igual que las neuronas, salvo las que se despiertan para remecer el mundo de los sueños. Allí, la cantata neuronal se vuelve un himno a los vientos. Un himno a los vientos que vienen de todas partes y expanden la música universal en todos los sentidos.

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