28.12.06

Derretido

Mi piel se pega contra mi otra piel, esa que no se ve. Se desliza suavemente por pliegues imaginarios que dan vueltas y vueltas en torno a una cera invisible. Y la temperatura sube, tanto que podría tomar un dedo de mi mano y untarla con ese líquido semitransparente que me corre de la cabeza a los pies.
Estoy fundida, fundida en la temperatura ambiente, a punto de convertirme en cemento incandescente que tapa la tierra, que la provoca, que la deja suelta y a la vez untada de toda melancolía.
De tanto derretimiento tengo sueño, sopor interminable que baja los párpados de mis ojos, los libera, los suelta de toda esencia fría y la lleva a una luz cálida. Una luz con nombre de río, con olor a sal, con sabor a hierbas de medianoche. Y aún así me derrito con más fuerza, por el latido de mis venas, que dan pequeños brincos, casi imperceptibles.
Me vuelvo aceite incandescente. Que corre sin parar por donde quiera que lo lleven. Mi alma es óleo disecado que quema a todo el que la toca. Mis ojos son aceites que se diluyen en las miradas de los otros, derritiendo a la vez sus pupilas y volviendo todo una masa ígnea que se vuelve fuego, ardor, sudor, llamas infinitas y palpitantes que salpican pequeñas chispas de furor.
Me muevo rojo, me vuelvo estrella anaranjada. Podría ser la estrella para quien lo quisiera. Para el que se vuelva loco buscando un destino en el firmamento, en las huellas nocturnas, en la pérdida del sol después del derretimiento del alma.
En la elevación de mi conciencia, transformada en ceniza de cigarro, en diminutos polvos de estrellas que se repartirán por donde quiera que fueren. Me fumo uno. Y cada pequeña lumbrera que se enciende es un poquito de fuego de mi alma derretida.Aire que se evade en fuego,que carcome, que me nutre.
Aire derretido.
Alma derretida.
Utero de retiro.

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