27.11.06

¡Oh, pobre Marat!

Al fin puedo escribir. He estado bastante ocupada. Necesitaba desgastar mis manos en esparcir las letras en este sitio mío. Al final la obra me gustó bastante, aunque me costó acostumbrarme a la idea de ver a Marat Sade como un hombre mítico para un grupo de locos, más allá de la revolución francesa, para llegar incluso a hacer una paradoja de la realidad política chilena y los "hijos de puta" del Gobierno Militar.
¿Puede la copulación ser sinónimo de revolución? Absolutamente cierto. Puede asemejarse en los movimientos, en los cuerpos que se encuentran, en la liberación del placer y la búsqueda de satisfacción de los sentidos. Hablando de movimientos sociales, de cuerpos políticos, liberación de ideas y búsqueda de satisfacción de los ideales.
La sodomía es realidad. La vida de Marat, en sus minutos finales fue tan tormentosa como sufrir el sida o la sífilis o la necesidad de rearmar un país después que sus ciudadanos se han levantado en armas para derrocar al poder totalitario. O no en armas, sino en los ideales. A veces el sexo se puede asociar fácilmente con la necesidad de romper barreras. Como la política hace lo motu propio con los ideales de las personas, esos que nacen en el inconsciente colectivo y que con el tiempo se difuminan en la realidad que a cada uno le corresponde vivir.
Admiro a Marat, más allá de su máscara siniestra del Marqués de Sade. Admiro su convicción por las ideas, su admiración por las formas humanas y sobre todo por desenmascarar al hombre y mostrarlo como un ser animal, que busca placer, que gusta someter a otros mediante el sexo u otras prácticas más o menos masoquistas según la situación.
Aún así me siento ligada a él en un término inconsciente que siempre sobrepasa el límite entre lo verdadero y lo racional positivo. Creo que tiene que ver con las vidas pasadas, la necesidad de explorar, de conocer, de experimentar, de poner el cuerpo al límite. Y la mente también. Y que la sociedad te importe nada de nada.
Y al terminar la función me quedé con un sabor agridulce en la cabeza y en la garganta. Los ideales no existen, pero siempre estarán para recordarnos que de todo lo imposible que soñamos, algo puede hacerse realidad. Aunque sea del porte de una hormiga.

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