13.11.06

Dulce y salvaje

Quiero ser una pantera. Me encantaría ser una fiera y con la capa negra de mi pelaje transformarme en un ser salvaje y atacar. Con furia, sintiendo el sabor de la sangre en mi boca, esa ansia de morder la carne, de sentirla entrar en mis fauces, provocando algo en el otro, siempre otras cosas, que quizás son las mismas que las mías. Seré animal nocturno, aunque fuera en mis sueños.
Y no dejo de pensar en los ojos, en la capacidad de transmitir que tienen, sean del color que sean, sean del tinte que sean, de sus matices, sus tintes, medias lunas y demases. En la pupila, la inconsciencia que transmiten, esa fuerza que ninguna otra parte del cuerpo es capaz de enviar. Como señales, como mensajes equívocos o inequívocos. Como pequeñas luces que se transportan de una mente a otra sin decir nada.
Está claro que no me gusta mucho hablar. Soy más de provocar, pero a través de otros signos, quizás menos perceptibles, aunque igual de eficaces.
Estoy tras el bosque, tras los árboles, escondida en una cueva imaginaria, que me permite observar todo y me hace transportarme hacia mis reinos mágicos. Y vuelo. Puedo volver cuando quiero, pero siempre debo transformarme en fiera. Cuesta, duele, provoca sensaciones de cambio de piel. Y sigo ahí. Sigo una y otra vez. Cambiando de ritmo según la luna y la posición de las estrellas que mis ojos perciben en el firmamento. Puedo captar el olor a miedo, a pena, a soledad, a simpatía, a complicidad silenciosa, a miles de círculos invisibles que rodean a la gente, cualquiera sea su naturaleza.
Y no me hablen de Pussy Cat. Nada de gatitas. Sólo fieras se aceptan por dentro y por fuera.
Aún así me siento extraña. Se me acabaron las ganas de estar sola. Quiero estar con alguien y despertar con alguien. Quiero comunicarme telepáticamente con alguien. Quiero que me hagan masajes y hacerlos yo. Comer algo, ir al cine, o dormir juntos. Viajar, aunque sea con la mente. Y bueno, lo que toda mujer espera de un buen chico. O un chico normal. Alguien bueno no me convence mucho en estos días.
Parece que va a llover. Se siente húmedo el aire, como el espesor de la selva antes de la lluvia. Y estamos en noviembre. Es raro. Algo va a cambiar pronto. Espero que todo cambie pronto. Y para mejor. La vida necesita de ciertos estímulos de vez en cuando, de ciertas aventurillas que cambien la cara de uno aunque sea por unas horas.
Y siendo las 10 de la noche tengo sueño. Y no quiero dormir. Tampoco quiero vagar. Me gustaría estar haciendo nada aunque me condenaré al placer culpable del zapping. O mejor dicho a la necesidad de observar el cielo aunque no se vea ninguna estrella. O a pensar cosas absurdas, a imaginar cómo sería vivir en el mundo del revés. Con monitos animados vivos. O animaciones en tercera dimensión de tus propias fantasías. (No de tus miedos, porque aborrezco las baratas y verlas a menos de un metro de mí ya es una pesadilla...no me atrevo ni a pisarlas). Y eso que soy una fiera, pero pensándolo bien hasta la más enorme de las bestias tiene su lado oscuro. Y debo reconocer que el mío existe. Y es palpable. Como el de todos, aunque algunos tengan más secretos que otros.

1 comentario:

Mar dijo...

Los felinos son creaturas espectaculares. Yo tqambién kisiera serlo, pero no me puedo kitar el lado tiernucho...
Saludos.