17.10.06

Olor a viejo

Tengo la nostalgia en la nariz. Me imagino en un viejo andén, rodeada de cartas amarillas, desgastadas por el tiempo, ansiosas por emprender el vuelo al viento, mientras mi recuerdo, mi memoria, se ata a ellas para no dejarlas partir. Y a lo lejos, el tren anuncia su llegada, para advertirme que la eternidad no existe, que la amnesia se hace presente, marca llagas, deja ruinas o recuerdos entrelazados en las neuronas desgastadas.
Y mis pies, desnudos y pequeños, llenos de callosidades que me espantan, se hacen un lugar en un camino que no existía, una vía que voy a formar con mis diminutos pasos, para marcar un retorno a un lugar que no existe. Y caen las hojas amarillas sobre mi cuerpo, dibujan mi figura, me marcan el contorno. Me siento llena de vida en estas letras muertas. Me siento cubierta de pequeños agujeros que se abren y se cierran, me hacen sudar, llorar, reír, con pequeños compases de mis grandes historias.
Y sigo acá, deseosa de mirarme en un enorme espejo, que me recuerde mis pasados y me lleve más cerca de mi pequeño mundo, más cerca de mis pequeñas cosas.

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