2.10.06

El paraíso bajó a la tierra

O mejor dicho el infierno con todo su calor y su fuego, con tanta piel acumulada, sudor y ciertas palabras innombrables dichas al oído. En algún momento sentí que la tierra se derretía, entraba en mí y el deseo era capaz de derretir un chocolate en mi cuerpo. Y él, siempre así, tan ardiente por dentro y por fuera, en la misma dimensión mía, que en algún momento explotamos sin darnos cuenta.
Y lo sentí, más potente que nunca, dominándome como si fuera una fiera, mientras él en algún momento fue dominado por mí, hasta que quedamos los dos iguales, satisfechos, henchidos, con una cara de felicidad y placidez que hace mucho tiempo no podía sentir con calma. Con tiempo, en sábanas blancas cubiertas de un cubrecama escarlata que resultó acorde a lo que sentíamos.
Y eso escondido, que sale a la luz pocas veces, fue lo que me hizo sentir feliz. Todavía estoy feliz. Muerta, pero feliz, con una energía que me irradia. Por Dios que me cambia la cara, hasta mis ojos brillan solitos. Creo que es su magnetismo sobre mí lo que hace que el mundo se ponga de cabeza, que el sol se esconda, la luna explote en mil palomas o que el café se derrame sin obstáculo alguno en cualquier terreno baldío, y lo inunde todo, lo cubra todo. Porque hay silencios, pero son silencios que se respetan. Ni bajo pena de muerte rompería esa promesa.
Y cuando digo que ni bajo pena de muerte, me imagino en una sala oscura, maloliente, en el subterráneo de un edificio abandonado, en el que un hombre o una mujer me preguntan por lo que siento por este hombre, me muestran pruebas, me amedrentan, pero cierro mi boca. Sé que haría lo mismo. Insisto, ni bajo pena de muerte. Y sé que ambos podemos confiar el uno en el otro. Jamás se delata a un cómplice.
Y así, con esa complicidad que sólo yo y él podemos tener, fue mi primer día de octubre. Quizás la resaca del día anterior con mi partner Rocío y sus secuaces me hizo ver todo distinto. Pero sentí las luces de colores.
Digan que a las mujeres le gustan las novelas porque son mujeres. No lo niego. Es parte de la fantasía, pero más allá de eso, es convertir la fantasía en piel, en realidad, en sudor, en encuentros y complicidades que muy pocos tienen a ese nivel. Me considero una afortunada. Y sé que él también.

No hay comentarios.: