29.10.05

Extraños laberintos de mi pequeña mente

No sé que pensar. La dura. Me encantaría tener la mente en blanco. Me imagino que es lo que siente una persona cuando sabe que la van a enterrar bajo tierra y está en el preciso momento en que viva y conciente percibe esos retazos de polvo que van cayendo sobre su cuerpo y sus ojos, inmutables y abiertos, siguen ahí sin poder hacer nada, sin poder evitar el peso de las consecuencias de estar en la tierra, a varios metros, sin poder escapar.
Es el peso de las cosas, el peso de la propia conciencia que escarba en la acción, en la capacidad de hacer y de permitir que todo aquello que mueves provoca un pequeño-gran terremoto en otra parte.
Es, por ejemplo, el hecho de decir sí o no a cierta persona por un determinado motivo. Es cuando decides que vas a toda velocidad y de repente frenas tu auto porque quieres ver la ciudad iluminada bajo las estrellas. O cuando cierras un libro porque definitivamente el autor no te cautivó. O cuando te quedas, solo en el cine, mirando una película hasta el final y cuando comienzan los créditos te sigues quedando, por el mero hecho de ver que la cinta sigue corriendo aunque ya sabes que todo terminó. No quieres salir de la sala. La oscuridad es más cómoda.
Creo que muchas veces un sí o un no es lo que puede provocar un cambio en 180 grados en cualquier situación de la vida, aunque cada día estoy más convencida que la fuerza de la decisión reside en uno y en lo que es capaz de hacer. Por ejemplo, yo me niego a ser una chica low profile. Nunca seré de bajo perfil. No me pidan eso. Puedo hacer cualquier cosa menos decidir pasar inadvertida por tal o cual motivo.
Eso es lo que se llama tener altura de miras y decidir que, en algún momento, ciertas personas pasaron de largo en tu vida porque no tienen otra cabida. Los amigos que pensaste que te querían y no era así, los amores que valían la pena y realmente no resultaron. Esas huellas que pisaste en cierto lugar y que se borraron porque el paso del tiempo no perpetuó ese camino. Todo eso fue algo que pasó por decir un sí o un no.
Las decisiones no se dicen, simplemente se piensan. No tienes la culpa de ser alguien que es mejor que el resto, o que sobresale ante todos. No tienes la culpa de no poder hacer lo que otros hacen. Eso, simplemente es reconocer los límites personales de cada uno. El metro cuadrado del cual no debes salir a no ser que te rebeles o reveles en cierto sentido. La rebeldía no es común a todos, pero revelarse, salir de la cinta en blanco y negro, implica explotar hacia la vida. No cambiar lo que eres por máscaras que mienten. Todas las máscaras mienten y así no se puede lograr nada. La verdad la sabes por los ojos, que es lo único que la máscara no oculta.
Quiero hacerme una regresión. Tal vez así pueda aclarar un rollo que tengo con cierta persona. Algo tiene que haber, que me liga a un constante miedo a la pérdida por mi parte...ese miedo a que esa persona desaparezca y no la veas más. Es terrible. Es algo que a lo mejor es una mierda comparado con otros problemas, pero siento que es tan fuerte lo que me ata a él que algo de vidas pasadas hay. Me gustaría saber exactamente qué. Quizás así pueda evolucionar. Creo que fuimos madre e hijo, o bien padre e hija o algún vínculo demasiado fuerte para algo que no se puede desunir a pesar de todo. Ligamentos del pasado. Me gustaría que realmente existiera una máquina que te borrara las malas experiencias...algo así como un extraño resplandor de una mente sin recuerdos. Todos seríamos felices sin drogas.

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