31.10.05

Común oscuridad de un alma con disco duro

Siguiendo con la idea planteada el otro día, puedo decir con certeza que el alma nos posee más que la mente en todo momento. El alma, esa esencia invisible que todo lo mira y que todo lo da a conocer de una u otra forma. Mi alma, esa pequeña lucecita que a veces se apaga y la mayoría del tiempo permanece encendida. Nadie apaga mi alma. Nadie puede prenderla. Tiene los ritmos de los latidos de mi corazón, el ritmo del fluir de mi aire desde y hacia los pulmones. La dinámica de mis pupilas oculares y el sentir de mi piel, un fluir que todo lo controla.
Creo que el alma es oscura la mayor parte del tiempo porque retiene los recuerdos y te lleva hacia atrás en la mente, aunque en la realidad ello no sea posible. Las personas somos racionales por este mismo motivo, y el disco duro es lo que nos recuerda la emoción percibida en un determinado momento. Puede ser que lleves tiempo sin pensar en cierta persona. Pasas por un lugar, sientes un olor y el feedback de tu cerebro nuevamente te acosa.
El pasado vuelve y nadie lo va a impedir. El pasado tiene que ver con la fuerza con que mueves toda la conciencia o inconciencia para ver ciertos resultados en el presente, aunque lamentablemente ya no puedes volver atrás. A veces es mejor que sea así. Quien sabe que confusiones tendríamos en la mente si es que el alma funcionara de verdad. Mejor que nos confundamos con el delirio del presente, ese que se derrite, que siempre pasa de largo, que ofrece regalos que a veces no sabemos adivinar. La vida recurre en ese eterno y constante devenir.
Hoy hay un día hermoso. El sol brilla y el verde tiene tonalidades de distintos oscuros y claros. Casi no queda nieve en la cordillera. El calor se siente en la piel. Hay aire puro y me siento feliz. Tengo el alma tranquila. Las cosas buenas están por venir. La fe en uno mismo es indispensable y puede ser posible pese al disco duro.

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