22.9.08

discos duros


Mis discos duros son cajas. No, mejor dicho es una caja que no tiene fondo. Recibe todo, pero nunca bota lo que recibe. Mi memoria es como una cámara polaroid, de esas que sacaban fotos sin parar, de mala calidad, pero instantáneas. De repente mejora la resolución, pero todo se queda en mi memoria. Ganas de tener una polaroid ahora, acostarme en el suelo, mirar el techo y sacar fotos a todo lo que no se mueva.

Lo bueno de una polaroid era el texto. Algo así como la Post-It de la fotografía. Uno podía escribir abajo de la imagen lo que se le viniera a la cabeza. Sea lo que sea.
Como por ejemplo, en una foto de la Minnie Mouse en Orlando colocar el dolor de cabeza de mamá, o durante las nevadas de Chicago, que mi padre me contara historias maravillosas con una ardilla que vivía en el bosque y que luego algún animal más grande se la comió cuando llegó el verano.
Cosas así. Instantáneas. Como el café que me tomo en las mañanas. O los chispazos que de repente se pasan por mi mente.


Polaroids. Cualquiera podría ser una polaroid. O jugar con una polaroid. O transformar la mente en una polaroid.

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