17.9.08

155

155 balazos fueron suficientes para ver al ex novio sin su hermosa cara. 155 balazos fueron suficientes para vengar la hermosura de su egoísta rostro, pisotear su orgullo, romper la maldición de los engaños.
155 balazos bastaron para ver la cara de él ensangrentada, con 153 balas dentro de su piel, con el rostro rematado con agujeros. La bala 154 atravesó el pavimento, la bala 155 salió disparada por su oreja. 155 balazos fueron más que suficientes. 155 balazos que salieron de su alma al momento de apretar el gatillo las 155 veces y ver cómo su cara se desfiguraba.
Fueron 155 balazos para quedar con la mano más que ensangrentada. 155 balazos para sentir la tibieza de la sangre fría, fría porque ya se estaba coagulando y todavía seguía disparando.
155 balazos transformados en 155 salpicaduras de sangre en los brazos, la cara, los pómulos, las narices. 155 veces que se pasó la mano por la boca para limpiar la sangre de él que estaba maldita. Fueron 155 porque fue el número de noches que tuvieron sexo, el número de días que duró la relación, el número de besos que se daban todos los días.
155 lágrimas lloró el día que se enteró del engaño. Sí, se dio la tarea de contarlas.
Y tuvo que armarse de valor para contarlo frente a 155 invitados el día del matrimonio, al tiempo que se sacaba 155 cabellos de raíz y los contaba uno por uno al momento de hacerlo, porque luego los tiraba al suelo.
El matrimonio se transformó en velatorio y después de 155 horas en que se cercioraron de la muerte de él, ella vino y antes de tirar tierra tiró las 155 balas al féretro, junto con la pistola y dijo que todo había terminado.
Ella lleva 155 días en un manicomio. Dijo que ya no iba a contar más los días. Ya no valían la pena.

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