18.8.06

Fausto fever, una boca sobre otra, sangre....

La melodía no deja de sonar en mi cabeza y no se me ocurre que hacer con mi cuerpo. No hay movimiento que surja y debo reconocer que estoy anulada de las piernas. Me han cortado las piernas. Y la muestra es mañana. Me preocupa por el sentido de responsabilidad que tengo con mis cosas. Definitivamente Jaime es el profe pesadilla, aunque al comienzo no se veía ni tan cierto.
La sangre. Odio la sangre. Hay veces en que he llegado a odiar la sangre que emana de mi cuerpo. Me da asco, me repulsa. Es como una sensación centrífuga que no puedo contener y que me encantaría controlar pero no puedo. A veces pienso que el día de mi primer parto me voy a desmayar, voy a cometer suicidio o quizás me voy a volver loca, porque no soporto nada relacionado con ese rojo líquido. Aunque la sangre también es pasión, locura y todo eso, pero en otro contexto. Más que nada lo relaciono con vida y dolor. Esto de ser mujer es complicado biológicamente, más que cualquier otra analogía filosófica a la anatomía de las mujeres. Y eso que me siento febrilmente orgullosa de pertenecer a este género.
A todo esto, con el pesar y el poder de ser mujer, el día miércoles en la noche los planetas se dieron vuelta y se pusieron de cabeza. Cometí locura que, si bien puede ser perdonada, fue algo malditamente delicioso que solamente dos personas en toda la tierra lo comprenden. Yo y alguien más. Creo que la lujuria la alientan todos aquellos que sienten el olor a cuerpo del otro y se transforman en algo cálido, que no tiene forma, que hierve más que la temperatura de la piel, late más fuerte que una campanada y se transforma en el latido de las venas, pero más que nada en un conjunto de todo eso. La explosión de las estrellas. Un secreto que explota en medio de la noche, con mudos testigos invisibles-visibles. Y estoy viva para contarlo. Muy viva. Demasiado.
Y hablando de la fiebre, aún no me recupero del impacto visual de ver vedettos en una discoteca gay (Jaime no te preocupes, soy muy open mind, quizás demasiado, pero está bien). Una injusticia, porque son regios y están mejor dotados que los que trabajan en fiestas de minas hétero. Especialmente Darth Vader y un especímen que cantó una canción de Chayanne. Carla, tenemos que volver a ir. De todas maneras. Y disfrutar del hecho de bailar tan sexies como queramos sin que diez jotes te estén rondando alrededor, mirando si te pusiste colaless o si tus pechugas tienen silicona o sólo son obra y gracia del pin up. Atroz. Menos mal que nadie nos molestó.
Claro que ese día, también había un tipo muy coliflor, demasiado "mina" para sus cosas, con el pelo crespo, chiquitito, que bailaba a lo Mekano, se abría la blusa e incluso hizo una performance en la escalera. Nos dio pena. Pobre...y se tiraba a los vedettos. Más encima nos comentaba que estaba "caliente"...¿qué consejos damos en esos casos?...o sea somos minas, pero él corresponde a otro género. Me dio mucha risa cuando al final (luces apagadas, música lenta y parejas abrazadas) él estaba solito, de espaldas, con la blusa semiabierta y observando la pista como la fea que nadie pescaba en las fiestas de colegio. Qué manera de reírnos con la Carla. Definitivamente tenemos que volver.
Y sigo pensando en la melodía de la maldita sangre. No se me ocurre nada. Me rindo. Algo tendré que inventar. Que mis piernas se muevan, por favor. No quiero parecer una inválida. Nada.
Al menos hay un día de primavera. Falta un mes para que salten las flores.

1 comentario:

no soy de las peores dijo...

Cuando quiera no más. Lo pasé re bien.
Ni hablar de la tarea, a esta hora ya no me quedan neuronas creativas a las que apelar...