8.3.06

Vueltas en derredor

Ya se va el verano. No he escrito una mísera línea decente. Nada. Sólo estar en el mundo cruel y buscar mi destino una y otra vez. Con linterna. Y con un mapa que además de invisible tiene una luz inestable que indica el recorrido. Una flecha que se mueve sin sentido. Una flecha que divaga. Insisto. Mi destino está muy escondido. Demasiado escondido.
Estoy trabajando en Los Andes y es algo que no me gusta. O sea, trabajar con la gente sí, pero hay días en que no hay nada que hacer. Las siestas después de almuerzo han durado más de lo necesario. Y eso que en un trabajo común y corriente no hay siestas. Me gustaría trabajar en algo para lo que estudié, relacionado con el mundo cultural. A veces pienso que debería dedicarme lisa y llanamente al teatro. Otras, que debería ganarme la lotería e irme a viajar por el mundo, hasta que en algún maldito momento se me ocurra parar y quedarme de manera indefinida en un lugar equis. La vida te da sorpresas pero también se devuelve con ciertas torcidas de mano que no son agradables.
Y así he estado. No he podido escribir una mísera línea. No tengo inspiración. Parece que hay ciertos períodos en que la tranquilidad cerebral que se necesita para parir ideas no se encuentra. Tendré que llamar a las musas inspiradoras. Por hoy, feliz día a todas las mujeres. Alguna vez me dijeron que las mujeres tenían la virtud de dar vida...yo pienso que es un poder (que se jodan los machistas!), el poder de dar vida, de tenerla en el interior y luego expulsarla es una magia que los hombres NO tienen. Una magia que implica que nuestro cuerpo tiene esos canales especiales para poder lograrla.
Por eso además somos brujas (en el buen sentido de la palabra), magas (porque logramos lo que realmente queremos) y pitonisas, porque al dar vida, en nuestra mente se forma la imagen de quien engendramos y sentimos lo que él o ella sienten.
Larga vida a las mujeres.

1 comentario:

Hermansineme dijo...

Proyectaba una imágen de campo infranqueable, incorruptible ante los embates de la marea brava que azota la ribera de nuestras vidas.
Grato y reconfortante entonces imaginar y constatar a trasluz, la figura que sólo algo de su esencia exhibía a travez de un lente, digital, ya filtrado por otro, de sol, que es permeable al mundo real.
Husmeando en lo que la red ofrece supe de sus capacidades, certezas tengo que el ciclo casi provinciano con siestas y todo, será sólo un paso hacia la evolución profesional. Personal en menor medida.
Cuando camino al depto y tengo hambre, apresuro el paso porque quiero comer, cuando camino hacia mi objetivo y tengo hambre de él, no me detengo a sentirla en mis entrañas, sino que mantengo el paso seguro que aquel barrio en algún momento terminaré de cruzar.