16.12.08

Cerveza

Marco había dejado la colila en el suelo. La había botado sin apagarla porque se le escapó de la mano y ahora la estaba mirando de lejos, observando cómo se consumía la ceniza. Su zapato estaba al lado y no podía mover el pie para volver a colocárselo. Siempre que tomaba cerveza se sacaba el zapato izquierdo por mala costumbre, nada más. Pero más que no querer colocárselo, su conciencia le avisaba que no podía, de ninguna manera. Comenzó a sentirse mal y la primera cerveza ya estaba en su estómago. Quiso pararse al baño y no pudo. Quizo alzar el brazo y tampoco fue posible. Se levantó y caminó como un zombie hacia la barra. Con una seña le pidió otro schop al barman. Alcanzó a recibirlo y luego se desplomó en el suelo y se dio cuenta que estaba paralítico del cuello para abajo. Le corría la baba por la boca y la cerveza por el cuerpo. Sus amigos se rieron y le dijeron que se dejara de hacer show. Cuando vieron que pasaban más de cinco minutos y él sólo miraba las baldosas rotas del bar, lo tocaron, lo remecieron, llamaron una ambulancia y salieron corriendo.

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