24.9.07

Pensando al revés

Despojo a mis pies cansados de mis zapatos. Me imagino el "delicioso" olor que sale de ellos para las narices de los otros. Me saco los calcetines, imaginando que me embadurnan de chocolate hasta las rodillas. Me paro y desabrocho el cierre de mis pantalones, no sin antes dejar atrás el botón que lo afirma. Sale a la luz mi ombligo, pequeño y sensual, como un lunar viviente. Están a la vista mis calzones, que son blancos con lunares de colores. Me saco la polera y quedan al aire mis senos, disparados al medio ambiente como dos túneles de viento pues me he sacado los sostenes, con movimientos ágiles de mis dedos tras mi espalda. Me tiendo sobre la cama, sosteniendo mi cuerpo en la espalda, hasta sentir mi columna hundida en el colchón. Me he sacado los calzones, que bajan suavemente por mis piernas. Observo mi pubis, pequeño y silencioso por ahora. Y me he dado vuelta. La desnudez de mi cuerpo respira por sobre la ropa derramada. Me he doblado en mí, en posición fetal para dormir. Abrazo mi almohada y soy capaz de sentirla como un cuerpo que surge de mi cuerpo. Cierro los ojos. Vuelvo a abrirlos. Los vuelvo a cerrar. Y me veo lanzada en el techo de un edificio imaginario, cubierto de luces de navidad, que se prenden y se apagan. El viento es frío y miles de personas se han vuelto a observarme cómo vuelo desde el cielo y me siento superior a ellos. La desnudez quita el miedo, saca el miedo de los otros. De pronto, pequeños insectos me han llenado de su baba invisible para hacerme soñar con una tina llena de hielo y de flores secas y de velas derretidas. Y me sientan ahí, en ese trono, para decirme que soy la reina de la ciudad. La reina de los laberintos de la ciudad, porque sólo yo los conozco, dentro de mi mente loca y devastada por el imaginario que me inunda.
Y he despertado. El olor de la ciudad, de la otra ciudad, de la realidad que detesto a ratos, me recuerda el insomnio insoportable del que soy presa. Y vuelvo, a colocarme los calzones con modestia incómoda, a sacar el pantalón de pijama con el que duermo y deslizarlo con desidia sobre mis piernas, a mis calcetines de miles de años, que me abrigan los pies en invierno y verano, a una polera rota que me acompaña en las pesadillas. A desordenar mi pelo, a lavarme los dientes, a dormir. A soñar contigo. Con tu presencia a lo lejos.

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