6.9.07

Así no

Los laberintos se crujen entre ellos. Hacen peleas invisibles y luchan por destruírse los unos a los otros. Los laberintos del alma son los más violentos, los que te carcomen la lucha interna porque a falta de corazón es mejor enredarse en el cerebro. Y así, las neuronas comienzan una batalla que es destructiva y mortíferamente veloz. Un pedazo de cerebro que llega a los rincones escondidos. Dentro de esos laberintos hay un monstruo que se destruye con los sueños, que se transforma en una víbora rosada con dientes tan inocentes como mortales. La idea es no dejarse atrapar. Simplemente dejar salir al monstruo para que el cerebro se quede en paz y todo avance como tiene que suceder, desde la mañana a la noche, desde la desidia del aburrimiento al placer del movimiento cerebral.

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