8.9.06

Veleidosa mujer


Ya faltan 13 días para la primavera y estoy como los presos tarjando los días. Quiero despedirme del invierno ahora ya. Aunque lo que me carga son las alergias, pero está bien la tibieza del sol. Están bien las flores, la brisa fresca, el calorcito del mediodía. Un café en la plaza, hacer puzzles y descansar pensando en el fin de semana. Está bien extrañar el verano, la calidez de las noches, las fiestas de fin de año. Está bien extrañar a los muertos, recordar el pasado, vivir el presente con todo. Está bien que te desaparezcas, que asomes tu nariz y te vuelvas a esconder. Está bien que hagas tu vida, yo también hago la mía. Está bien que no me hables, yo tampoco quiero hacerlo en este momento. Está bien que tengas tus misterios. Yo también hago cosas de las que no tienes idea.
Y así, pasando entre cada recodo de mis laberintos diarios estás tú. Y nadie más. O sea, podría haber alguien más pero aún no ha asomado su nariz oficialmente. Y no has dicho nada. Te quedas en silencio, como si las palabras te hicieran esforzarte demasiado. Y me quedo acá como una estatua recibiendo la sal del mar en medio de un día ventoso. Y con tanta sal procuro quedarme quieta, dejando mi alma entumecida, con cierto olor a silencio, a mudez, a necesidad de soledad. Si fuera santa me adorarían, si fuera demonio se alejarían de mí. Por suerte en el cielo están de mi parte. Los santos y las almas que no lo fueron tanto.
Aún así me desespera el querer llamarte, marcar tu número y decirte unas cuantas cosas. Decirte, por ejemplo, lo dulce que puedes ser sin necesidad que lo demuestres. Lo salvaje que eres cuando estás mareando mis piernas, y quien sabe que otras cosas (boludeces) más.
Dejaré que el tiempo pase. Sé que estaremos antes que llegue la primavera. Lo único que sé es que no te derretirás como la nieve. Nunca. Al menos no en mí.

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