29.9.06

Rodin y Camille

Siempre me han gustado las esculturas. No me fascinan, pero sé que en ellas hay mucho de las manos y de la mente de los creadores. Los amantes de Rodin, es quizás una de las obras de arte más hermosas de la historia. Sé que hay otros autores, más modernos, pero esta obra me perturba. Me provoca cosas, porque me recuerda historias de grandes amantes que quizá yo estoy viviendo y no me doy cuenta. Historias tormentosas, angustiantes, faltas de agua pero llenas de pasión, de sed, del sabor al jarabe de arce ardiente. De champaña recién abierta, de agua de río sobre mis senos, mi cuerpo, en un día de mucho calor.
Acabo de ver una obra sobre Camille Claudel. Del amor que lleva a la locura, de su pasión por Rodin y de cómo su forma de amarlo en cierta manera lo llevó ante la autodestrucción. Llegué a sentir la angustia. La torpeza de la tentación y de la pérdida. La redención. El extraviar tu cuerpo y tus sentidos en unas sábanas blancas, que quizá cerca del agua otorgan una inestabilidad que nunca se recupera. Siempre está el miedo de llegar a la locura por amor. Siempre está ese temor. La locura y el sentimiento van de la mano. Lo digo por experiencia. Eso se ve en las obras de Rodin. Y en las de Camille, con más fuerza. No importa la forma, importa lo que la forma quiere decir.

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