27.7.06

Contratiempos de humedad

Hay ciertas cosas que no aguanto en estos meses y es la gelidez que inunda la ciudad después de la lluvia, ese frío que congela hasta el cerebro y que en las mañanas convierte el acto de caminar en una peligrosa odisea si es que no se va con cuidado. Eso no es todo. Hasta mi alma se ha congelado. Me he vuelto un poco indolente y la gente débil suele no importarme demasiado. Quizás estoy demasiado preocupada por mí, pero eso no me importa. Estoy a punto de irme de viaje. Vacaciones de invierno, un privilegio para mi cerebro que ya no da más. Necesito descansar y relajarme. Olvidarme de Santiago y todo lo que ello implica. Soñar, cuando se pueda, que Los Andes es sólo un lugar en el mapa y no el maldito sector al que debo llegar a trabajar todos los días. Hasta mi espíritu se ha congelado. No he podido desarrollar ciertas cosas que otorgan calidez a mi vida.
Ayer, mientras miraba la nieve que caía sobre mi casa sentí el poder de la soledad. Estar solo hace bien, pero si es por mucho tiempo hace daño. Creo que cuando ves los copos de la nieve que caen y caen sin parar, es porque ciertos poderes de la naturaleza te hacen ver lo insoportable de ser humano, de no poder ir por la nieve sin volar, o de tener cuidado para caminar, porque o sino te caes. Nadie puede ser súper héroe y nadie puede dejar de serlo....podremos ser sobrenaturales quizás si tuviéramos el poder de liberar nuestra propia alma. Y ni eso podemos. Ni eso, porque ni Dios tiene rayos equis. Dios existe por el poder del alma. Es cuestión de creer, algo complicado pero divinamente superior a cualquiera.
Si pudiera cambiar las estaciones del año elegiría vivir en un eterno verano, en el que nadie se agobiaría por la falta de calor o por lo ridículo que puede llegar a ser ponerse a sentir los rayos del astro rey en un día después de la lluvia. Por lo menos el escenario cambia. Hay colores y con ello vida, armonía, necesidad de evolucionar.
Me voy de viaje. Me gusta viajar. Cambias tu vida por unos días. Sea donde sea que vayas y por el motivo que surja. Sin contratiempos. Sin sentir que en este preciso instante lo único que no puedes cambiar es que un aire gélido sobrepase tu ropa y te haga sentir la nariz como una porción de helado sin sabor. Más que sea.

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