9.6.06

El continuo de los equívocos (Wrong call)

Miércoles a mediodía. Recibo una llamada telefónica a mi celular. Es un número desconocido. Un hombre, con voz melosa y burlona, me dice que cierta persona ya tiene fecha de matrimonio. Caigo en shock. Resulta ser mentira. No puedo olvidar el daño que me hizo ese maldito desconocido. No puedo decir hipótesis al respecto, aunque sí estoy segura que su intención la logró. Si hubiera sido verdad mi mundo se habría derrumbado. O al menos la mitad de él porque la otra siempre lucha por sobrevivir. Y me siento extraña. Como si mi cuerpo se hubiera dividido en dos pedazos que pelean por separarse. Uno, es sensato y me dice que mantenga la mente fría. El otro, es un poco maleable y recomienda que me apegue a los sentimientos. Creo que estoy en una divergencia mental. He recordado momentos e instantes que me parecen volubles y lejanos, aunque él permanece en mi mente. Claro que ha desaparecido un poco, pero no en un ciento por ciento. Se me vienen a la cabeza palabras, risas, recuerdos, caricias. Enojos e iras. Distanciamientos, alejamientos del cuerpo, sensaciones latentes. Recuerdo siempre la última vez. Y la primera. Con lujo de detalles.
Recuerdo, por ejemplo, que la noche que me acosté con él por primera vez tenía ese presentimiento de que nos íbamos a unir. Y que fue demasiado onírico, casi como estar en un sueño con sabor a champagne. Y luego, desapareció por un tiempo. Aunque volvería de nuevo. Y se llevó un recuerdo que colgó en el espejo retrovisor de su auto. Un Peugeot 205 con un letrero que decía Pioneer. Era el auto que me gustaba. Además del dueño, obviamente. Nunca recuerdo haber dado besos tan largos, tan húmedos, tan con sentido de piel como los de esa noche. Y recuerdo que todo era risas, locura, felicidad.
También recuerdo que alguna vez dijimos que queríamos llegar a alguna parte. Hasta hoy no llegamos a ninguna más allá de vivir intensamente los momentos en que nos vemos. ¿Hijos? No. ¿Familia? No. ¿Compromiso? No. Solamente cariño, dulzura, cierto salvajismo incontrolable, confidencias mutuas, y encuentros desesperados después de bastante tiempo. Me gustaría tener un par de botas que me hicieran arrancar. Si algún día regresara capaz que sólo encontrara esas botas. No encuentro el momento de huir. Tampoco se trata de eso. No necesito esconderme. Soy lo suficientemente transparente para decir lo que siento.
Y en cuanto a eso no sé que pasará. Ese equívoco en cierta forma me dejó más tranquila. Aunque no sé si seguiré formando parte de su vida oscura. De esa vida que nadie conoce, que nos hace saber que todos tenemos un doble estándar. Hasta los más sinceros, y es por eso que me incluyo. No sé si estará enojado conmigo. No creo. Pero sé que más allá de todo, permanezco en su corazón como una pequeña gota de luz que a veces resplandece y otras se esconde.
Es raro esto. Es adictivo y a la vez diferente. Y están los recuerdos. Ahora me haría falta que la novela de Ray Loriga, en la que se creaba una droga para olvidar fuera verdad y se apareciera ante mí. ¿Recordará el último beso que nos dimos? Estoy segura que recuerda ese hálito con sabor a tequila. Y algo de limón.
El día está despejado después de la lluvia. El viento está fresco y hay nieve en los cerros cercanos. Dicen que va a volver a llover. Así está mi corazón, entre congelado y dormido. Respirando, pero sin conciencia del futuro. ¿Qué irá a pasar mañana? En todo caso estoy tranquila, pues sé que soy una buena chica. Me siento como Meredith en Grey's Anatomy, en el medio de algo que puede ser nada o todo a la vez. Es cosa de mirarse a los ojos y aunque el otro reniegue todo, podrás volver a mirarlo y sentir que lo que pasó aún tiene su huella.
Si él no está, pues tiraré un anillo al mar. Antes de tirarme yo detrás. Simbólicamente. Y mi otra mitad, querrá despegarse, salir a flote y podré sentir la belleza del sol en mi cara. A la orilla del mar con unas olas enormes.

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