13.11.07

De cabeza contra el aire

Y me encuentro en una cuerda floja que es invisible, porque se ha vuelto un hilo dental que cuelga de dos edificios que también son invisibles, que me han dejado con alas de ángel vagando en un espacio donde no hay atmósfera, sino puro aire, falta de esencia, escape de la materia, de lo duro, de lo profano, de la falta de fe en lo que no se puede tocar. Y ahí, con divagaciones en medio de mi cabeza, el alma se me parte en dos, sale de mi cuerpo, vuelve a entrar y entra con tanta fuerza que pareciera que hay miles de robots de colores grises y verdes que se tiran encima mío y me hablan, se comunican conmigo telepáticamente, sin darme espacio a responder, a decir nada. Y he soñado con un payaso gigante que se mueve sobre el techo de mi pieza, es un payaso asesino, como esos de las películas B de los años 80 y canta una frase que me hostiga, que me persigue la mente sin frenar, sin parar, sin adormecerme más que los sentidos que no siento. En suma, pesadillas. Odio las pesadillas. Me acordé de Freddy Kruger que lo veíamos conmi hermana y después hacíamos competencias de quien se quedaba dormida primero y yo, la mayor, le decía que durmiera conmigo. Y vuelve la casucha de atrás, una casa vieja, que nunca se demolió y en la que yo juraba que una silla mecedora sin uso se movía, y crujía y había alguien ahí que no resultó más que ser un par de ratones que se movían por las maderas casi podridas que tapizaban esa casa. Que horror ir a cerrar las puertas con llave. Era lo que se llamaba miedo.
Y resulta que el miedo no es más que un juego mental, que uno se inventa para hacerle el quite a ciertas cosas, a hacerse el cobarde, a no querer intentar algo.
Claro que la oscuridad me da miedo.
Hay algunas veces en que no.
Pero en ciertas oportunidades prefiero dejar la puerta abierta.
Y el clóset abierto para que la luz entre.
Los demonios son internos, no tienen porqué estar ahí.

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