8.10.07

Lo tiro al cielo

Amanecí con ganas de frutillas, de oscuridad, de dulce de algodón. De caramelos en la boca, de abrazos, muchos abrazos, de piel de oso, de cubiertas de crema, de campanas de cristal, de colores, de cariño, de cama y colchón mullido y calentito.
De un ventilador enorme sobre mi cabeza, de conejos, de miles de conejos saltando en un parque enorme, de helados de crema, de helados con sabor a fresa, a limón, a frambuesa, de un río fresco y cristalino, de un árbol frondoso, de huevo mol, de betún, de baños de espuma con una copa de champaña en la mano, de crema suave por mi cuerpo, de manos grandes, de brazos firmes, de una espalda protectora.
De tu presencia, de tu estrella, de ese pequeño rincón que aparece y desaparece, porque cuando me miras, aunque digas que no, el mundo se me rompe en dos pedazos y al medio estoy yo, estirando los brazos cada vez más, tratando de acercar ambas fracciones de mi mundo, y las logro alcanzar y las junto y vuelven a ser una pero distinta, diferente porque tu mirada está ahí. Y por más que lo niegue es algo que se percibe. Claramente, nítidamente, independiente de lo que salga de tu boca. De lo que no se ha dicho, de lo que quedó pendiente, de lo que sueñas. Te he visto en mis sueños. Has estado caminando por ellos. Entras y sales como si fuera una pantalla de cine mudo.

No hay comentarios.: