4.7.07

Un día normal

Ayer 3 de julio, hablando en comparación al año pasado en igual fecha, era un día especial. Todo por el todo. Ayer fue un día común, un día demasiado simple. Un día en el que se estuvo esperando nada. Un día raro. Un día con cambios. Esperé tu respuesta y más allá de un gracias fue nada. ¿Qué hacemos? Más allá de todo lo que ha pasado en estos siete años no puedo hacer más. Espero tu señal. Tu signo, tu aparecida en medio de señales de aire, en sueños, en ciertos mensajes subliminales.
Los tiempos cambian.
Nunca pensé que esto iba a cambiar tanto.
Y estoy acá, ahogada entre recuerdos.
Y tu sombra, como la memoria, se transformó en pequeñas fumarolas de nada. Y yo, queriendo estar ahí, detrás de los árboles para recuperar el tiempo perdido.
No me arrepiento de nada.
No te siento.
Ya no como antes.
¿Dependerá de los ciclos que hay que cerrar?
Sabes la respuesta más que nadie.
Tu corazón y el mío están unidos.
¿Y los cuerpos?, ¿y esos sublimes latidos que sentías frente a mí?
Sé que no olvidas, pero haces como si así fuera. Nada es fácil.
Y el mundo gira sin esperarte.
Fiera, transpirada, una máquina que no se mueve. Envuelta en un torbellino de sinrazones. Gata, tigresa, hasta aspirante a cierto monstruo indescriptible. Me he vuelto soplido del aire, silbido en tus orejas, sombra de tus sombras, ventana de tus noches. Y así sigo, casi a la deriva.
Las cosas son distintas. Y sigo en pie. Con los pies helados y las manos detrás de la espalda. Con el pelo mojado y el rocío convertido en hielo sobre mi piel. Desnuda. Y estoy peinada con un moño que me hace tener cara de muñeca. Respiro por la nariz y boto aire por la boca. Una y otra vez. Apareciste de pronto. Y sigo igual. Pudiste atravesar mi piel tantas veces y sólo sonaba a envases vacíos, a vasos rotos, a sonidos con ecos que retumban en los oídos una y otra vez.
Sigo siendo fiera.
Congelada.
Casi insípida.
Devorada por la marea de mi destino.
Y de la mezcla que se hizo cuando me junté con el tuyo.

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