5.7.07

Mi lluvia sobre la ciudad

Venía en el bus camino a mi casa desde Los Andes y llovía tupido y parejo, casi con la fuerza desgarradora de la mano de un gigante, con el vapor inundando los vidrios de punta a cabo y la energía de la gente adormecida por el peso de una tarde con nubes grises.
Me imaginaba mi agua, mi lluvia, mi propio líquido emanado de mí hacia la energía del universo. Mi lluvia sería azul y verde, con tonos tornasolados, con la fuerza de un huracán y la rapidez de miles de mosquitos pululando sobre un pedazo de carne.
Mi lluvia no es transparente, pero brilla, ella se transforma en nieve cuando la indiferencia mata. Mi lluvia no da paso al sol, dura días y días, lo moja todo y en algunos lugares suele transformarse en sangre cuando toca la tierra con la punta, casi con un pequeño alfiler que nace para la ocasión.
Mi lluvia da de comer a elfos, duendes, hadas y elefantes imaginarios. Mi lluvia odia la nieve y se imagina que detrás de ella hay animales endemoniados, dioses paganos, miradas de odio y observadores de todo tipo que sólo quieren no dejarnos vivir en paz. Mi lluvia mata a los demonios y destruye toda mala energía. Mi lluvia suena a risa, a carcajeo, a caramelos derritiéndose en la boca. A chocolate derretido en los dientes y las encías. Mi lluvia no se calma, mi lluvia es una furia, pura furia emanando de mí. Furia líquida inofensiva, que no hace daño nadie.
Mi lluvia es una lluvia de geisha, de cortesana, de espíritu en pena, de piernas abiertas. Mi lluvia tiene el ritmo del mar, a veces, y otras puede pasar por un muro de agua que no necesita que lo toquen. Mi lluvia se desarma, se vuelve a armar, está en mi corazón y nunca sale de él. Mi lluvia respira como todas las demás y cuando debe dejar paso al sol se repliega en un sentimiento vespertino, con olor a luna, con esencia a estrellas, con motas de hierbabuena y helado de frutilla con pimienta.
Mi lluvia penetra, se vuelve vida, aún cuando permanece sangre de su sangre. Mi lluvia es una rosa con espinas, pequeños fantasmas en la retina de un muerto. Mi lluvia siempre está. No desaparece. Mi lluvia sólo quiere que la dejen ser, pero con mis manos la reprimo y coloco un tapón sobre mi mente. Húmeda y sigilante. Siempre presente.Ahí, entre medio de los árboles de un bosque misterioso.

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