29.1.07

La piel del veneno

El me dijo que no necesitaba de ciertas presunciones femeninas que le daban asco en algún momento.
Me contó también que los ojos duelen y que las mentiras que salen de los labios también.
Me dijo que le dolía verme caminar con indiferencia por la calle, que le molestaba que yo hablara con otra gente mientras él está ahí con la misma prestancia de siempre.
Y con esa postura oscura que evidencia secretos tormentosos (secretos que ya sé y que me gustaría contarlos).
Me dan pena sus silencios y ese movimiento abrupto con el que sale y entra de mi vida sin ningún motivo aparente.
Me dan pena sus absortos sentimientos escondidos detrás de la sangre de la luna.
Reniego de mi piel por no querer reconocer su veneno.
No quiero beber, y sin embargo bebo.
No quiero babear y la boca se me rompe en estallidos de vidrio.
Necesito de su operística presencia para volver a volar.
Y no vuelo.
Al menos tengo alas y tengo cara de ángel.
Un ángel siniestro y potente que tiene su propio paraíso.
Y su infierno escondido detrás de la taza del baño.
Y los secretos se han ido, vomitados, por el alcantarillado.
¿Estará su presencia en la realidad o es sólo parte de mis fantasías?
Le voy a preguntar a mi entrepierna, que a veces responde húmeda y silente.

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