20.4.09

Vientos

Soplar es como espantar demonios. Eso es lo que hacía la abuelita Soledad cada vez que veía un demonio de su alma salir a flote: soplaba, cada vez con más y más fuerza, hasta que el aire se le fugaba del cuerpo, se le espantaba por los ojos y luego, volvía a cerrar la boca y continuar haciendo lo que estaba haciendo.
Romina vomitaba para espantar sus demonios. La mayoría de sus demonios estaban en la comida. Cuando Romina se llenaba de demonios, los vaciaba en el water. Tiraba la cadena, cerraba los ojos, se lavaba los dientes y continuaba su vida normal.
Ramón botaba sus demonios en los zapatos. Dejaba de usar un par de zapatos que lo ligaban a aquel demonio del momento, los envolvía en papel de diario, los sellaba con cinta de empacar y los dejaba en la oscuridad misma del sótano de su casa. Se olvidaba de ellos por un tiempo, luego los sacaba y si no sucedía nada en su cabeza al verlos, volvía a colocárselos.
Cato espantaba sus demonios debajo del agua. Cato no buceaba, Cato aguantaba la mayor cantidad de tiempo posible sin respirar en un medio acuático cualquiera. Una vez aguantó debajo de su tina. Tenía sus manos agarradas afuera de ella, en el espacio en que el agua no llegaba, sus cachetes estaban hinchados y su cara deforme. Así, de esa fea manera, Cato expulsaba sus demonios.
Laura no tenía demonios, se los inventaba cuando en su pieza apagaba la luz. Y por eso, solía dormir con la luz prendida, para no caer en esos demonios. Una vez se cortó la luz de improviso mientras ella se acostaba. Sus ojos se volvieron de demonios. Deshizo la cama, se tiró al suelo, se arrastró por toda la casa. Salió fuera, se olvidó que la alarma estaba conectada. Le dio lo mismo. No había luz en todo el barrio. Entonces, Laura se sentó en la escalera de la entrada de su casa, se afirmó en los barrotes de ambos lados e imaginó que estaba en una tina llena de agua y que debía aguantar todo el tiempo que pudiera. Los demonios seguían ahí. Estaba a punto de volverse loca. De pronto, se dio cuenta que sus pantuflas podrían ocultar algún demonio que le diera susto, por lo que se las sacó, las envolvió en papel de diario y las enterró en algún lugar del patio de su casa.
No había caso, ahora la desesperación de Laura estaba en la respiración. Tan fuerte respiró, tan desagarradoramente sus pulmones cedieron, que empezó a vomitar sin fin. Vomitó la cena, la once, el almuerzo y el desayuno de ese día, luego salió un líquido café que no tenía nombre. Después de la arcada final, Laura se sintió descansada. No había ni un puto demonio en su mente. Se levantó para volver a acostarse, cuando al llegar a la puerta principal vio a un hombre. Más bien la sombra de un hombre. Un hombre grande, fuerte, hediondo y Laura se iba a echar a correr cuando dijo para sí: "no seas estúpida, mejor sopla. Inhala despacio y exhala con fuerza, así, se tendrá que ir de tu mente como sea". Eso hizo, hasta que se quedó dormida en las afueras de la casa. Estaba sola. Cuando despertó los bomberos y la policía estaban a sus pies. Un oficial le preguntó que había pasado. "Nada", le contestó ella, simplemente necesitaba expulsar mis demonios.

2 comentarios:

La Maga dijo...

Ojalá expulsar demonios fuese así de fácil (...)
"Y así será para siempre. Los nuevos sueños sobre las viejas pesadillas y sobre los nuevos sueños pesadillas aún más nuevas"
Hace tiempo no encontraba seguidores de Ray Loriga :)
un encanto

saludos :*

francisco josé dijo...

Sirenita!!!! Do you remenber me???? Como esta mi querida escritora? veo que fie a su blogm que no visitaba desde hace mucho. Me leí muchass -po no decir la mayoría de tus entradas- y debo decirte que eres genial. Tienes la capacidad de crear y eso es grandioso.. Un beso y mis saludos para ti. Cuentame algo