3.4.09

La Orgía

Una silla. Dos sillas. Ella y yo. Eramos dos desconocidas que habían sido secuestradas o más bian raptadas, por desconocidos desde un bar de mala muerte. Desde que nos sacaron del lugar en que estábamos nos vendaron los ojos y no teníamos idea de lo que sucedió. Sólo sentimos. Por tres o cuatro horas o toda la noche sólo sentimos. No teníamos miedo. Más bien sentimos otro tipo de cosas. Ese tipo de cosas que se suelen sentir en situaciones de este tipo. No sé si me explico. Todo lo que digo no lo hicimos, lo sentimos. No lo vimos, lo sentimos. Nada más. Ese tipo de sentidos.
Me sentaron en una silla bastante cómoda. No, no era una silla, era un sillón de piel de algo, algo artificial, como plush o imitación de terciopelo. Suave, mullida, tibia. La espalda se situaba cómoda y los respaldos para los brazos también. Alguien fumaba y me dio de su cigarrillo. Tienen que haberme observado bastante rato en el bar. Era la única forma en que supieran que fumaba. Luego, un dedo me pasó vodka por la boca. Se sentía ácido y amargo a la vez. Con mi boca traté de capturar todo el sabor en ese segundo. Luego, un silencio. No me asusté. Una mano de hombre me paró y procedió a desvestirme como si fuera una inválida. Al estar completamente desnuda me anudó de las manos y las piernas. Creo que a la otra persona le hicieron lo mismo.
Pasó un largo rato. Pasos, más pasos, gente que se sentaba. Percibí oscuridad. Gente que se acercaba. Calor humano.
Manos que tocaban. Manos abiertas, cerradas, puños, manos de aire, de algodón, de cemento, de tierra, de volcán. Manos de mujeres, manos de hombres, uñas largas y traidoras, uñas cortas e inocentes, en definitiva manos en todas partes de mi cuerpo. Manos en mi boca, en mis brazos, en mis piernas, en mi entrepierna. Manos extrañas en mí.
Luego, fueron lenguas, lenguas sobre mi. Lenguas de reptiles, de humanos, de ángeles, de perros, de demonios, de vampiros, de nerds, de solitarios, de hombres lobo, de nieve, de primavera, de egocéntricos, de sicóticos, de payasos, de ruidosos. Lenguas en mi boca, en mis brazos, en mis piernas, en mi entrepierna. Lenguas extrañas sobre mí.
Cuando esto terminó me colocaron arriba de una cama y alguien roció agua sobre mi cuerpo. Agua que tenía olor a canela. Me lavaron por todas partes y luego procedieron a encremarme de los pies a la cabeza. Como a un bebé, pero siempre con los ojos cerrados y vendados.
Me vistieron y me dejaron en el mismo bar, con la misma persona con la que estaba.
Nunca más supe de ellos.
Un día, caminando por el centro, reconocí mi cuerpo en la carátula de una película pirateada. Decía que era cinearte. La compré. Llegué a mi casa, la inserté en el reproductor de DVD y pude ver que efectivamente nos grabaron todo el tiempo. Las manos, las lenguas, el baño, la canela.
Lo único extraño fue que en la última imagen ví la cara de un ex novio. Pero nunca estuve segura si realmente era él o fue sólo imaginación mía. Lo otro extraño que pensé, luego de ver la película, era de qué manera la fama a veces puede llegar como un juego.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buscando que hacer frente a una torcedura de mano llegue a tu blog el lunes tengo certamen, te leere otr dia

Boletin Mileva dijo...

quien eres? pq tan anónimo? te conozco?